El fascismo proponía un modelo, reaccionario y monumental, que luego se quedaba en letra muerta. Las culturas particulares (campesinas, subproletarias, obreras) seguían obedeciendo, imperturbables, a sus modelos antiguos. La represión se limitaba a obtener su adhesión de palabra.
Hoy, por el contrario, la adhesión a los modelos propuestos por el Centro es total e incondicional. Se reniega de los modelos culturales reales. La abjuración es un hecho. Se puede decir, por lo tanto, que la tolerancia de la ideología hedonista implantada por el nuevo poder es la peor de las represiones de la historia humana.
¿Cómo se ha podido ejercer esta represión? Mediante dos revoluciones en el interior de la organización burguesa: la de las infraestructuras y la del sistema de información. Las carreteras, la motorización, etc. han unido estrechamente la periferia con el Centro, anulando las distancias materiales.
Pero la revolución del sistema de información ha sido aún más radical y decisiva. Con la televisión, el Centro, ha igualado todo el país, tan diverso por su historia y tan rico en culturas originales. Ha emprendido una labor de homologación destructora de la autenticidad y la concreción. Ha impuesto, como decía, sus modelos, los de la nueva industrialización que ya no se conforma con un hombre que consume y pretende que las ideologías distintas de la del consumo sean inconcebibles.
Un hedonismo neolaico, ciegamente olvidadizo de los valores humanistas y ciegamente ajeno a las ciencias humanas.”
(...)
“… en la medida en que el poder inmoviliza y se vincula a las masas con la ideología hedonista, sembrando la ilusión de que ésta es realizable (y, por lo menos en el caso de los bienes superfluos, ha podido hacerla en parte realidad), ya no necesita iglesias ni fascismos. Ha conseguido que sean arcaicos, y con ellos el antifascismo.
La mayor parte de los antifascistas están implicados con el nuevo poder que, al homologarlo todo y a todos, sí es fascista, en el sentido de que impone implacablemente sus modelos.”
(...)
“Una definición que parece inocua, mera indicación. Pero no es así.
Si uno observa bien la realidad, y sobre todo si sabe leer a su alrededor, en los objetos, en el paisaje, en el urbanismo y, sobre todo, en los hombres, ve que los resultados de esta despreocupada sociedad de consumo son los de una dictadura, los de un auténtico fascismo. (…)
El fascismo, en realidad, les había convertido en payasos, en siervos, a una parte de ellos quizá en convencidos, pero no había llegado al fondo de su alma, no había alterado su modo de ser.
En cambio este nuevo fascismo, esta sociedad de consumo, ha transformado profundamente a los jóvenes, les ha tocado en lo íntimo de su ser, les ha dado otros sentimientos, otros modos de pensar, de vivir, otros modelos culturales.
Ya no se trata, como en la época mussoliniana, de un alistamiento superficial, escenográfico, sino de un alistamiento real que les ha robado y cambiado el alma. Lo que significa, en definitiva, que esta civilización del consumo es una civilización dictatorial.
Si la palabra fascismo significa prepotencia del poder, la sociedad de consumo ha realizado cabalmente el fascismo.”
Pier Paolo Pasolini.
“Escritos corsarios” (1975)
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