en el nombre de dios.bo




Cuando la "halcón" opositora Jeanine Ánez, hasta entonces vicepresidenta segunda del Senado boliviano, fue investida con la banda presidencial y juró el cargo sobre la Biblia, entre los protagonistas de la escena había un testigo de excepción que ni era diputado, ni juez, ni militar.

Era Luis Fernando Camacho, un autodenominado "líder cívico" oriundo de la región oriental de Santa Cruz que se convirtió en portavoz oficioso de las protestas y personaje clave detrás del "fin de la era Evo Morales" en Bolivia.

El rostro de este abogado y empresario de 40 años, exaltado y algo histriónico, ha adquirido un protagonismo por sorpresa en el terremoto político y social que terminó forzando, entre acusaciones de fraude electoral y golpe de Estado, la renuncia de Evo Morales a la presidencia que ocupó durante casi 14 años.

Con un rosario siempre en la mano derecha y a Dios en los labios, su momento de gloria se produjo cuando se presentó en el Palacio presidencial con una carta de renuncia para Morales, poco antes de que se produjera la caída del líder indígena tras perder el apoyo de las Fuerzas Armadas.

Hace unos meses, Camacho era desconocido en el panorama nacional, comentan a El Confidencial algunos observadores de la actualidad boliviana. Su nombre solo tenía relevancia en la rica región oriental de Santa Cruz, motor económico y la más poblada con 1,7 millones de los 11,3 millones de habitantes que tiene el país.

Una poderosa instantánea

A comienzos de este año, Camacho se convirtió en el nuevo presidente del Comité Cívico de Santa Cruz, un cargo que también había ocupado su padre, un empresario con intereses en la industria del gas y propietario de una de las mayores aseguradoras del país. Pero tras las elecciones del 20 de octubre y su accidentado recuento, que dio a Evo Morales la victoria sin necesidad de una segunda vuelta, Camacho llamó al país a un "paro cívico" para protestar contra lo que consideró un clamoroso "fraude electoral".

¿Quién es este muchacho?, se preguntaba la gente", explica la exdiputada María Cristina Viscarra, quien conoce personalmente desde hace tiempo a Camacho y su familia en Santa Cruz, en entrevista telefónica con El Confidencial. Viscarra se enfrentó a principios de 2019 a Luis Fernando por el liderazgo del Comité Cívico de Santa Cruz, una carrera que terminó perdiendo.

Camacho, junto al líder cocalero contrario a Morales Marco Pumari se plantaron en el Palacio del Quemado, sede de la presidencia en La Paz, para exigir la salida de Morales, ante la ausencia del mandatario, que en ese momento volaba hacia Cochabamba, en un movimiento estudiado al detalle -grabado y luego distribuido masivamente en redes sociales- se arrodillaron en medio del salón sobre la bandera boliviana tricolor, con "la Santa Biblia" en una mano y con la carta de renuncia escrita para Morales en la otra. Una poderosa instantánea que dio la vuelta al mundo.

Una "Guerra Santa"

Al grito de "Dios volverá a Palacio", Camacho ha sabido presentarse como una especie de "enviado divino" para acabar con Morales, quien hasta la fecha era visto como uno de los liderazgos más sólidos de la región. El barniz religioso puede haber funcionado bien en un país con un 75% de católicos, un creciente número de evangélicos y donde el sincretismo religioso está a la orden del día -incluyendo el propio Morales, quien creía en Cristo y la 'Pacha Mama'-.

"Creo que ha sido muy inteligente en convertir esto en casi una Guerra Santa, porque el pueblo así lo tomó", afirma Viscarra. "Personas que no habían sido especialmente religiosas se encuentran ahora con la certeza de que Luis Fernando fue enviado por Dios", asegura.

La propia Áñez cargó con una gigantesca Biblia a su entrada en palacio, y tras vestir la banda presidencial, agitó una segunda más pequeña desde el balcón: "Dios ha permitido que la Biblia vuelva a entrar a Palacio. Que Él nos bendiga".

"Somos una sociedad muy conservadora con altos índices de católicos y evangélicos que han sentido atacados por la instauración del Estado laico", apunta Badani.

La constitución de 2009 etiqueta a Bolivia como un Estado laico, rechazando símbolos religiosos como el jurar sobre la Biblia los cargos públicos. Sin embargo, y pese a los esfuerzos de Morales, que defendió en numerosas ocasiones las religiones indígenas, el discurso de la religión se ha colado hasta en los miembros del MAS.

Camacho además, pertenece a una de las logias principales que controlan los círculos de poder en Santa Cruz, dicen fuentes conocedoras.

Una mancha en su currículum podría haber sido su presencia en los conocidos como Papeles de Panamá, donde figura como intermediario para "coadyuvar a personas y empresas a esconder sus fortunas en entidades 'offshore', lavar dinero y establecer esquemas de evasión de impuestos", según la comisión legislativa del Parlamento Boliviano que investigó el asunto. Estaría implicado a través de la creación de tres sociedades (Medis Overseas Corp., Navi International Holding y Positive Real Estates).

Sin embargo, esto no le ha pasado factura hasta el momento, ni a él ni a otros bolivianos presentes en los papeles, pues las escasas investigaciones han terminado quedado en nada.

El salto a la política

La autoproclamada presidenta boliviana, indentificada por los analistas con la oligarquía del oriente boliviano, ya ha afirmado que no permitirá presentarse a Morales. Y éste, desde su exilio en México, no descarta "regresar a Bolivia".

¿Dará el salto Camacho a la política, en el hipotético caso de que se celebren dichos comicios? "Sería lo menos inteligente que podría hacer. Si se va a la política pierde, porque él prometió que esto era por el bien de Bolivia", sostiene Viscarra. "Pero ojo. Si en cinco años más se lanza, el puede ser el futuro presidente de Bolivia".







“Hemos vivido 13 años en una dictadura, según dicen;
ahora, en democracia, llevamos 25 muertos en una semana”:
Gonzalo Quenallata



Arturo Cano
enviado
periódico La Jornada  /  desde méxico
martes 19 de noviembre de 2019


La Paz. La Biblia, dice el líder aymara Gonzalo Quenallata, es un adorno en la mano de las cabezas del gobierno de facto de Bolivia. A nombre de Dios nos están matando, nos están baleando, están haciendo masacre.
Lo rodean decenas de ponchos rojos que avalan con consignas cada una de sus palabras. Gritan contra los policías y los militares, contra el ultraderechista Luis Fernando Camacho y contra la autoproclamada presidenta Jeanine Áñez.
Los indígenas llenan las calles que circundan la Plaza Murillo, el centro del poder político boliviano. Quenallata sintetiza lo que dicen hombres y mujeres aquí y allá, terminada su marcha, cuando se reúnen en pequeños círculos para deliberar y para hablar, tras las presentaciones correspondientes, sólo con la prensa extranjera, porque no quieren saber nada de los medios bolivianos.
Resume Quenallata:
“Estamos luchando porque nuestra whipala (la bandera multicolor que representa la pluralidad étnica del país) ha sido quemada por la policía nacional de Bolivia.
“Exigimos la salida de la supuesta presidenta…
Durante 13 años hemos vivido lo que ellos llaman dictadura y ahora, en plena democracia, en menos de una semana hay más de 25 muertos.
Se pregunta al líder aymara si detrás del golpe está lo que el vicepresidente en el exilio, Álvaro García Linera, define como el odio al indio.
Asiente y sigue: “El gran problema de nuestro presidente ha sido ser indio, por eso desde acá quiero decirles, los indios aquí estamos y desde acá el mensaje a nuestro hermano presidente de que se cuide… Agradezco a los hermanos mexicanos que lo tienen allá bien cuidado”.
La veintena de personas con las que habló este diario se emocionan cuando hablan del mandatario en el exilio, algunas hasta las lágrimas. Todos le llaman el Evo, y le mandan decir lo que resume el hombre metido en el poncho rojo: Con más de 80 por ciento que estamos a tu lado, hermano presidente, quisiera que vuelvas.
La mayor parte de las víctimas de la represión ha caído en Cochabamba, el bastión de Evo Morales, mandatario de Bolivia en el exilio.
En la capital han cesado los bloqueos que se mantienen en la conurbada ciudad de El Alto, pese a los llamados al diálogo del gobierno golpista. Llamados, claro, que se acompañan de amenazas a ex funcionarios del gobierno, legisladores y dirigentes del Movimiento al Socialismo, partido de Evo Morales.
Los efectos de las movilizaciones en otras partes del país, sin embargo, llegan hasta la capital no sólo en la indignación de los manifestantes, sino también en el desabasto que ha dejado a la ciudad sin servicio de recolección de basura, a las estaciones de servicio sin gasolina, a las fonditas sin gas y a las mesas de los paceños sin pollo, carne de res y algunas frutas.
La crisis política también está en las paredes. Aunque sólo un bando siga en las calles, las pintas recuerdan el choque que surgió con las elecciones del 20 de octubre.
Mi voto vale, indios, se lee en una pared muy cerca de la embajada de México, donde se encuentran refugiadas 24 personas, entre ellas altos funcionarios del gobierno de Morales.
A unas cuantas calles, la llegada de un camión cargado de pollos provoca una larga fila que da vuelta a la manzana. La gente seguía formada pese a que evidentemente el producto no alcanzaría para todos.
Frente a la fila del pollo, como en toda la ciudad, perviven los restos de la batalla callejera. Pintas y más pintas a favor y en contra de Evo Morales. Evo cabrón, “Evo narco”, Evo ecocida, dicen algunas, y encima alguien pegó copias de la carta con la que Morales renunció a su cargo el pasado 6 de noviembre.
Pacos de mierda”, se lee en las inmediaciones de una universidad, en el centro. Claro, una pinta anterior al momento en que los pacos (policías) se le voltearan al presidente Morales, preámbulo de la sugerencia militar para que dejara el poder.
Del otro lado, los partidarios del gobierno del MAS dejaron sus huellas en la batalla : Mesa miente, en referencia al ex candidato presidencial opositor. Golpistas, racistas, cabrones, las tres palabras con una suástica tachada.
En el centro, los manifestantes que ingresan al Mercado Lanze, de puros puestos de comida, tienen dificultades para sentarse: la mayor parte de los negocios están cerrados sencillamente porque no tienen gas para cocinar.
En el mercado negro, la gasolina se consigue (cada vez menos) a tres veces su precio normal y lo mismo ocurre con los alimentos.
En la radio, un programa de consejos de belleza y cocina es interrumpido por anuncios de la alcaldía que piden a los habitantes de la ciudad no sacar la basura de sus casas.
Luego, los locutores dedican un largo rato a pedir a los habitantes de Los Altos que denuncien a las personas que los obligan o los amenazan para asistir a marchas en favor de Evo Morales. Los conductores, entre risas, proporcionan el número telefónico 800 que la policía ha habilitado para tales denuncias.
El breve gobierno de Áñez se ha especializado rápidamente en el doble juego. Mientras hace llamados al diálogo, asegura que está buscando fórmulas para ir a nuevas elecciones sin acuerdo con el MAS, la fuerza política mayoritaria (cuenta con dos tercios del Congreso).
Arturo Murillo, ministro de Gobierno, anuncia la creación de un órgano especial de la fiscalía para ir contra los legisladores que promuevan actos de subversión y sedición, al tiempo que dice que irán dando a conocer sus nombres.
Horas después, Karen Longaric, ministra de Relaciones Exteriores de la autoproclamada presidenta, dice que otorgarán salvoconductos a 24 personas que se encuentran refugiadas en la embajada de México.
¿Viajarán a México? Puede ser, pero ayer al mediodía este diario atestiguó el ingreso de un camión con víveres a la sede diplomática.


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