marzo - noviembre 2019







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La socióloga y politóloga Sabine Manigat, de la Universidad Quisqueya, repasa con Pablo Stefanoni la coyuntura de la nación caribeña.
¿Qué fue lo que desencadenó la actual rebelión social en Haití?
Podemos hablar de una coincidencia en el tiempo entre el empeoramiento acelerado de la situación socioeconómica de las mayorías –incluido un sector importante de clases medias empobrecidas– y el evidente fracaso de la fórmula de gobierno que resultó de los comicios de 2016 que llevaron al poder a Jovenel Moïse, un súbdito de Michel Martelly. 
Un indicio premonitorio de lo primero fueron los disturbios de principios de julio de 2018 en contra del alza del precio de los hidrocarburos pero también del alto costo de la vida. Mientras la inflación registraba nuevos récords entre abril y junio, la moneda nacional se devaluaba aceleradamente.
Una pista de lo segundo la dio la política cada vez más cerrada del gobierno dirigido por Moïse, incapaz tras dos años en el poder de viabilizar siquiera algunas de sus promesas electorales, en particular las referidas a servicios básicos (electricidad) y nivel de vida (aumento del empleo y de la producción agrícola). 
Todo esto ocurre dentro de un ambiente de corrupción cada vez más descarado que involucra además al Parlamento. Jean Henri Ceant, el primer ministro nombrado después de los disturbios de julio, salido de la tendencia Lavalas (del ex presidente Jean Bertrand Aristide) no pudo operar el necesario acercamiento entre la oposición (a la que pertenece) y el partido gobernante (el Partido Haitiano Tèt Kale).
El empecinamiento de la presidencia, que se niega a una real apertura, combinado con la impotencia de un primer ministro, que no ha podido abordar ninguno de los problemas más candentes, provocaron la ampliación del descontento con la histórica manifestación del 17 de octubre y la también masiva del 18 de noviembre, ambas seguidas de días de incertidumbre y, sobre todo, del ensordecedor silencio de las autoridades.
La actual rebelión social abarca amplias capas del cuerpo social y concierne a diversos actores, incluido el sector privado. Por ello se puede calificar de cuestionamiento de todo un sistema, la resultante del agotamiento del mismo y de la sordera de sus dirigentes.

Haití pasó por la decepción con el gobierno de Jean Bertrand Aristide, un terremoto que destruyó gran parte de la capital, la llegada al poder de un músico extravagante (Michel Martelly), una misión militar multinacional (la Minustah), ¿Por dónde podría pensarse una recomposición estatal?
Indudablemente, estos eventos han impactado y construido cierta imagen de Haití, su «singularidad”, su «mala suerte», un «caso desesperado». Pero más allá de esas etiquetas –que dicen algo pero distorsionan y «folklorizan» la historia y los problemas de Haití– habría que retener, y enfocar la reflexión alrededor de la débil gobernabilidad del país, particularmente tras la descomposición del orden dictatorial duvalierista.
La desaparición en 1986 del control político y social de la dictadura dejó al desnudo la amplitud de la exclusión que constituye la base de un sistema injusto, patrimonial y clientelista. Este sistema está agotado, y las experiencias de Aristide o de Martelly han sido expresiones de los fallidas intentos de cambio y de la resistencia que oponen las clases dominantes.
Si queremos «tomar este país en serio» –como gustaba decir el político y académico Leslie Manigat– y analizar Haití con las herramientas y los conceptos científicos y políticos de uso corriente, habrá que considerar el histórico fracaso de las oligarquías sucesivas en implementar un proyecto capaz de incorporar el interés general a sus intereses de grupo.
La irrupción de los excluidos, es decir, de la inmensa mayoría de los 11 millones de haitianos, sobre el escenario político y sus exigencias de ser tomados en cuenta, han sido ignorados durante más de treinta años. Hoy, el lema ya no es «changer l’Etat» [cambiar el Estado], sino radicalmente «changer le systeme» [cambiar el sistema]. 
La analista no tiene motivos para ser optimista ya que lo que se rastrea son siglos de total ignorancia y de sistemático desprecio del interés general más básico por parte de las elites del país, y la falta de preparación para encarar un cambio, ahora que se ha tornado una apremiante necesidad .
Empero, la creciente madurez demostrada por una opinión pública hoy más educada e informada, más consciente de sus derechos y más madura en sus demandas, nos da una mayor esperanza.
¿Qué papel tuvo la corrupción en el uso de los recursos de Petrocaribe en el desencadenamiento de la crisis? ¿Cuáles fueron los beneficios de la asociación con Venezuela?
El tema de la corrupción desempeñó sin duda un papel de detonador en el estallido de la crisis. Al respecto, se soslaya a menudo un precedente importante. El sector «democrático radical», referenciado en la voz del abogado y militante André Michel, ya había iniciado hace más de un año una demanda pública contra el Estado acerca del uso de los fondos Petrocaribe. 
La iniciativa, de índole legal, tenía un alcance más bien simbólico pero atestigua las preocupaciones por la amplitud que ha cobrado el fenómeno de la corrupción. De hecho, a partir de los años 2010, entre despilfarro de los fondos recibidos por Haití tras el terremoto y del maná del programa Petrocaribe, transitaron por el país centenas de millones de dólares. Se han evaluado en alrededor de 3.000 millones los fondos procedentes del programa Petrocaribe. Pero es sin duda la movilización de jóvenes a partir de las redes sociales lo que condensó las frustraciones y las demandas de diferentes sectores, algunos hasta entonces pasivos o expectantes. La manifestación del 17 de octubre pasado fue convocada para pedir rendición de cuentas sobre los fondos Petrocaribe y reunió cientos de miles de personas de diferentes grupos sociales. Fue una demostración ciudadana esencialmente pacífica, como lo fue la del 18 de noviembre.
La absoluta ausencia de respuesta del gobierno contribuyó por mucho en la ampliación de las demandas y la radicalización de sus expresiones.
Sobre la relación con Venezuela, ha sido una de ayuda fraterna por parte de un país que por razones históricas ha manifestado una solidaridad especial con Haití. El régimen chavista no solo se negó a participar militarmente en la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití (Minustah) sino que contribuyó en varios proyectos de desarrollo social y propuso el programa Petrocaribe. Acerca del uso de esos fondos falta información.
El informe de la Corte Superior de Cuentas lista obras nunca realizadas o incompletas, como los diez complejos deportivos no funcionales, el mercado de pescados en la capital cuya construcción se interrumpió, un viaducto apenas esbozado… Esas estafas y malas prácticas involucran a personalidades e instituciones pertenecientes al más alto nivel del aparato estatal, incluido el Presidente.
¿Qué tipo de organizaciones pusieron en marcha las protestas?
Se debe considerar una constelación de organizaciones y de sectores. El elemento desencadenante, el alza de los precios de los hidrocarburos, trajo naturalmente a colación el tema de los fondos Petrocaribe. De allí la formación en las redes sociales del movimiento «petrochallengers» (una red de jóvenes internautas) que convocó a la marcha de octubre pasado.
La oposición radical, acusada de aprovecharse del movimiento para obtener réditos políticos política, tiene sin embargo cierta capacidad propia de convocatoria. Las organizaciones de derechos humanos y cívicas desempeñaron igualmente un papel. Se trata realmente de un movimiento policlasista poco organizado, enraizado esencialmente en el descontento popular.
La débil tradición organizativa en Haití aunada a la falta de credibilidad de los partidos políticos confiere a esas protestas una (falsa) imagen de «espontaneidad de las bases». En realidad hay actores detrás de la cortina, lo que no se sabe es el peso de cada uno.
Por su carácter espectacular y el uso que de sus imágenes en la prensa, hay que mencionar las barricadas y los bloqueos de calles y carreteras asociadas. Son por cierto una expresión popular, barrial, de las protestas. Pero suelen ser también organizados por una fuerza disponible de desempleados, pagada muchas veces por políticos o empresarios.
Cumplen una función de desacreditación de las manifestaciones, las cuales son anunciadas y luego relatadas bajo el sólo ángulo de la violencia. Pero no son ni las expresiones más importantes ni las más numerosas.
¿Cómo es la situación actual?
Hay una multitud de consultas, reagrupamientos y propuestas, formuladas tanto desde la ciudadanía como de las organizaciones políticas. Y esos grupos han empezado a dialogar. Sin embargo aún predominan las divisiones, en todos los niveles:
-Divisiones dentro del sistema político: en el seno del Poder Ejecutivo (los desacuerdos entre el presidente y el primer ministro son públicos) y dentro del aparato estatal (el Ejecutivo ignora al Parlamento que, a su vez amonesta el Ejecutivo y amenaza el Presidente con un juicio por alta traición); el aparato de justicia está dividido entre un sector politizado (allegados del gobierno) y otro impotente.
La policía a su vez recibe órdenes de proteger los bienes y reprimir a los revoltosos que no siempre acata (ahí está la sospechosa pasividad de la policía durante los disturbios de julio de 2018).
-Divisiones entre las oposiciones y entre los grupos sociales (incluida la oligarquía dominante). La llamada «oposición radical» ya no tiene el monopolio de las convocatorias, pero los llamados a manifestar, tanto en noviembre como en febrero, fueron paralelos más que que concertados.
Hoy se suman las voces que reclaman la salida de Moïse: la oposición «moderada» socialdemócrata y de centro derecha, elementos del sector privado se están expresando en este sentido mientras que las alternativas a esa opción (diálogo, con o sin condiciones) están lejos de producir consenso. 
El propio empresariado, a través del Foro del sector privado, habla de como una sola voz para pedir la preservación de sus intereses de «proveedores de empleos» pero está dividido sobre la mejor fórmula para salvar el sistema: ¿Conceder medidas de alivio socioeconómico para mantener el equipo gobernante?, ¿sacrificar a Moïse para salvaguardar el sistema? ¿Proponer un nuevo modelo modernizador sacrificando la economía patrimonialista?. Lo nuevo es el carácter público de esos posicionamientos políticos de la burguesía.
De todo ello resulta la ausencia de una fórmula de salida de la crisis. Más aún, las negociaciones y consultas que día a día se desarrollan en los círculos de poder ocurren en un contexto de total opacidad.
Esta incapacidad de las fuerzas nacionales para elaborar una solución endógena pone a Haití ante el riesgo de tener que aceptar (una vez más) un parcheo impuesto por sus «amigos» de la «comunidad internacional».

Sabine Manigat 

Socióloga, es profesora de ciencias sociales en la Universidad de Quisqueya.









Un informe publicado este lunes por el Fondo Monetario Internacional (FMI) afirma que la "crisis política, económica y social que enfrenta Haití no tiene precedentes

"La crisis ha empeorado la pobreza y la inseguridad y ha privado al Gobierno de los medios para realizar inversiones productivas y actividades de apoyo", afirmó Laframboise en el comunicado.


"La designación de un Gobierno comprometido con la reforma de la economía y la reanudación del apoyo de la comunidad internacional permitiría relajar las restricciones presupuestarias y aumentar el gasto público, en particular la inversión", apunta el FMI





María del Pilar Castillo 
24 de octubre de 2019  
LA NACIÓN ,  ARG .

En estos momentos, América Latina se encuentra convulsionada. La ininterrumpida crisis venezolana, las violentas manifestaciones en Chile, las controversiales elecciones en Bolivia y el implacable avance del narcotráfico en México no dan respiro a una región que ya es complicada de por sí. Sin embargo, en medio de estos bulliciosos brotes, los medios desatienden otras crisis, que son más silenciosas pero igual de destructivas.

Así, Haití, el país más pobre de América, vive un año de intermitentes protestas en las que los ciudadanos exigen la renuncia del presidente Jovenel Moïse.

Las revueltas, que ya tuvieron otros violentos capítulos el año pasado, tienen su origen en la acentuada crisis política y económica que atraviesa el país y en un escándalo de corrupción que salpica al gobierno, asociado a la malversación de petróleo venezolano.

¿Por qué se originaron las protestas?


Las protestas comenzaron después de una investigación que acusaba a funcionarios de alto nivel del gobierno haitiano, incluido el presidente Moïse, de utilizar indebidamente hasta $USD 3800 millones en préstamos del Petrocaribe de Venezuela, el programa de asistencia creado en 2005 por el gobierno de Hugo Chávez para ofrecer petróleo a precio subsidiado para los países del Caribe.

Los manifestantes acusaron a Moïse, un empresario de la industria del plátano sin experiencia política, de haber colaborado con el mecanismo de corrupción que desvió el dinero, que tuvo lugar durante la presidencia de su predecesor y aliado, Michel Martelly (2011-2016).

Los problemas económicos, incluido el prominente aumento del costo de la vida, también alimentaron las protestas en la nación.

El Índice de Desarrollo Humano, que elabora las Naciones Unidas para medir el progreso de un país y que en definitiva muestra el nivel de vida de sus habitantes, indica que los haitianos están entre los que peor calidad de vida tienen del mundo.

Antecedentes de 2018: Aumento del combustible


En julio de 2018, los haitianos salieron a las calles para protestar contra el aumento en los precios de la gasolina y el kerosene, una medida acordada entre el Gobierno y el Fondo Monetario Internacional (FMI).
La situación provocó la renuncia del entonces primer ministro Jack Guy Lafontant. En agosto, el presidente Jovenel Moïse designó al excandidato presidencial Jean-Henry Céant como reemplazo.

 

Febrero de 2019


El 7 de febrero de este año se abrió un nuevo capítulo en la crisis haitiana cuando los manifestantes salieron a las calles y apuntaron contra los vehículos de lujo de los ciudadanos ricos, tras conocerse parte de la documentación del informe sobre corrupción.

Lo que comenzó como una protesta de fin de semana se convirtió en una prolongada revuelta que causó la muerte de 26 personas y al menos 77 heridos, con álgidos momentos en que los manifestantes incendiaron un mercado popular, saquearon varias tiendas y ayudaron con una fuga de cárcel que liberó a todos los prisioneros de las instalaciones.

A pesar de la creciente tensión, el presidente haitiano se dirigió al país el 14 de febrero y dijo que no renunciaría. "Yo, Jovenel Moïse, jefe de Estado, no entregaré el país a las bandas armadas y los narcotraficantes", afirmó.

Para calmar la furia, el presidente pidió a la oposición que participe en el diálogo pacífico al afirmar que "los problemas del país no son únicamente políticos, sino también sociales y económicos". Sin embargo, la oposición, liderada por Jean-Charles Moïse -quien no tiene una conexión familiar con el presidente-, ha exigido su renuncia y ha liderado las protestas a lo largo del año.

"Si Jovenel Moïse no quiere abandonar el poder, nombraremos un presidente interino", amenazó el líder opositor entonces.

Por su parte, el primer ministro de Haití, Jean Henry Céant, ofreció reducir los precios de los alimentos y de los gastos de la administración pública para aplacar los disturbios y la violencia.

 

 

Fugaz primer ministro


Sin embargo, los esfuerzos de Céant fueron insuficientes y fue destituido de su cargo el 18 de marzo por la Cámara de Diputados Haitiana, tras aprobar una moción de censura en su contra por la falta de respuesta al agravamiento de la crisis económica y a las protestas.

En su lugar, Jean-Michel Lapin asumió de forma interina el cargo de primer ministro de Haití.

Pero Lapin tiró la toalla después de tres meses de infructuosas negociaciones para tratar de que el Parlamento aprobara su programa de Gobierno.

Pocas horas después del anuncio de la salida de Lapin, Moïse se apresuró a designar a su sucesor: Fritz William Michel, un alto funcionario del Ministerio de Economía y Finanzas.

Nuevas protestas en junio


Miles personas se manifestaron el día 9 de junio de 2019 contra la corrupción en Puerto Príncipe y en varias ciudades del país luego de que la Corte Superior de Cuentas de Haití enviara al Parlamento su informe final sobre la investigación que realizó sobre supuestos actos de corrupción entorno al manejo de los fondos del programa Petrocaribe.

De acuerdo a detalles conocidos por la prensa, la investigación arrojó que una compañía del presidente haitiano recibió millones de dólares para la ejecución de varios proyectos, pero no los ha realizado.

Asimismo, que existe una red de funcionarios dentro del gobierno haitiano que gestiona la obtención de contratos para amigos del expresidente del país Michel Martelly así como para el exministro Laurent Lamothe.

Sexta semana consecutiva en las calles


Tras unos meses de tensa calma, el 16 de septiembre las calles de Haití volvieron a colmarse de furiosos manifestantes, a raíz de la delicada situación económica y de la crisis política que ha hecho imposible formar un Gobierno desde el pasado marzo.


Desde entonces, el país es escenario de movilizaciones diarias contra Moïse. Ayer comenzó la sexta semana consecutiva de protestas y parálisis total de las actividades con una jornada de manifestaciones convocada por los principales sindicatos de maestros, mientras que hoy se sumaron los líderes religiosos.

En las últimas semanas, varios grupos sociales y asociaciones profesionales, incluidos movimientos integrados por artistas y estudiantes, han tomado su turno en las calles para protestar contra el presidente.





Corrupción, economía maltrecha y emergencia social motivaron las multitudinarias marchas que se apoderaron del país durante las últimas semanas. La nación más pobre de Latinoamérica acumula sus crisis y depende de la ayuda exterior para no colapsar.
Fue la Comisión Interamericana de Derechos Humanos que dio la alarma sobre la gravedad de la situación actual. El pasado 27 de febrero, en un comunicado, la entidad expresó su "preocupación" sobre el "desabastecimiento" de productos básicos que golpea a Haití a raíz de la crisis en curso, pero también informó que las protestas dejaron al menos 26 personas muertas y 77 heridos.
Un saldo trágico que marca un episodio más en las actuales tensiones sociopolíticas y en la historia convulsa de ese país de apenas 27.000 km2. Primer territorio latinoamericano en ser liberado del yugo colonial y primera nación negra, la trayectoria de Haití se caracteriza por la inestabilidad institucional y las falencias económicas que se arrastraron hasta hoy. En el blanco de los manifestantes : Jovenel Moïse, un presidente impopular que ha concentrado todas las críticas a causa de una coyuntura que se volvió insostenible para millones de sus administrados.

Esta última oleada de protestas, que estallan esporádicamente, se desató a raíz del intento del Gobierno de alzar el precio de los combustibles, en julio pasado, por recomendación del Fondo Monetario Internacional (FMI). Una medida difícilmente aceptable en un país con una inflación galopante, donde además aproximadamente el 60% de la población vive con menos de 2 dólares estadounidenses por día y donde el Producto Interno Bruto, la riqueza del país, por habitante se evaluaba, en 2014, a 830 $, siete veces menos que la vecina República Dominicana.

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"Vivimos en un país con desigualdades muy notorias, tenemos por un lado un pequeño grupo que se enriquece y, por otro lado, la mayoría que se empobrece día a día", explicó a France 24 Valéry Daudier, periodista de la redacción del diario 'Le Nouvelliste'.

"Entonces tan solo un empujoncito basta para que se levante la población contra el poder, que además no es popular".
Petrocaribe: una posible "maquinaria de corrupción" sin precedentes
El empujoncito de las más recientes protestas fue un informe muy critico acerca de la gestión de los fondos de Petrocaribe; un programa de cooperación lanzado por la Venezuela de Chávez con varios países de la región, en 2005, cuyo objetivo era financiar proyectos de infraestructuras a través de la bonanza petrolera de Caracas.
 En este documento publicado por una alta Corte administrativa, de los más de 2.230 millones de dólares presupuestados por los 6 gobiernos averiguados por esta auditoría, solo unos 1.730 millones aparecen tras revisión, lo que representa un hueco de 500 millones de dólares.

Se cuestiona el actuar de 15 responsables políticos y altos funcionarios, entre 2008 y 2016, por este posible desfalco. Ni los primeros ministros ni los presidentes se libran de este escándalo, y el actual mandatario, Jovenel Moïse, aunque no tenía funciones políticas en ese período, aparece en el informe por su papel como empresario.
En el actual movimiento social, "Petrocaribe es lo que hizo inclinar la balanza y que casi le costó el poder al presidente, ya que su nombre es citado en este caso", comentó Valéry Daudier.
"Lo que impacta es que no hemos notado grandes proyectos llevándose a cabo", explicó Daudier. De hecho, de los 409 proyectos documentados por la auditoría, se evidencia que muchos fueron inflados o que quedaron abandonados. "Se construyeron tramos de carreteras, una pequeña escuela, un viaducto, y ya, no hay nada más concreto", agregó el periodista. "La gente pide cuentas sobre Petrocaribe, hay sospechas de sobrefacturación" y que el programa haya servido como "maquinaria de corrupción" para las élites haitianas.
Los jóvenes haitianos no quieren llegar "ni la Presidencia, ni al Parlamento, no quieren nada, quieren empezar de cero"
Una franja de la población con aspiraciones bien distintas a la clase política. "Reclaman la salida del jefe del Estado, pero no solo esto, quieren un otro sistema, hacer ‘tabula rasa’", afirmó el periodista. No quieren llegar "ni la Presidencia, ni al Parlamento, no quieren nada, quieren empezar de cero", agregó.
En este movimiento que tomó un inédito tono "se reclama un cambio de poder, pero los que se encuentran en emboscada tampoco son creíbles", aseguró Daudier.
Una clase política que además de no tener una fiabilidad para lidiar con temas claves como la corrupción, no ha generado liderazgo que pudiera proponer una alternativa.


 El Presidente de la República de Haití, Jovenel Moïse, durante la Cumbre Anual Concordia 2018 - en el Grand Hyatt New York, el 25 de septiembre de 2018 en la ciudad de Nueva York, EE. UU. Riccardo Savi/Getty Images for Concordia Summit / AFP


"Si el Sr Moïse se fuera hoy, sería el mismo problema: ¿quién lo remplazaría? Nadie sabe, nadie puede pretender remplazarlo", enfatizó el comunicador.

En cuanto a la calma momentánea que se presencia en las calles haitianas, no fue porque el descontento se apaciguó, según Daudier. "Si el poder ha podido tomar un respiro fue solamente porque la población estaba cansada de permanecer tanto tiempo, 10 días, en sus casas, y a la gente le hacia falta retomar su trabajo para ganarse la vida". Y como los anuncios gubernamentales no conllevaron a "nada en concreto" ,es muy probable que el movimiento se reanude dentro de pocas semanas.
La fragilidad institucional no es asunto nuevo en esta pequeña nación caribeña. "Entre 1986 y 2018, Haití tuvo a 19 presidentes y solamente en 3 ocasiones sus mandatos llegaron a sus términos", explicó a France 24 Claude Joseph, politólogo haitiano que enseña en la universidad estadounidense Connecticut.
Una debilidad estatal que puede en parte explicarse por las recurrentes dificultades económicas, y viceversa. "Haití no produce casi nada", comentó Joseph. "En 2017, el balance comercial se encontraba en déficit por más de un 35% del PIB", en una situación en la cual las exportaciones quedan muy por debajo de las importaciones. Primera consecuencia para la población, uno de los fundamentos del descontento actual, "los precios de los productos importados aumentan constantemente", explicó el profesor.
Fragilidad institucional y catástrofes naturales
Primer efecto perverso de este desamparo económico: el endeudamiento. En permanente aprieto para financiarse, el Estado tiene que buscar préstamos con organizaciones internacionales u otras entidades. En el presupuesto de la nación 2017 - 2018, los pagos relativos a la deuda pública representaban casi el 17% del gasto total, unos 230 millones de dólares sobre un total de 1.400 millones. "Con este dinero podríamos construir hospitales, centros de salud, escuelas o universidades", enfatizó Claude Joseph.

Por otra parte, Haití es vulnerable por su propia ubicación, propicia a repetidas catástrofes naturales. Los potentes y cada vez más frecuentes huracanes del Caribe suelen golpear al país, como Matthew en 2016 que dejó a centenares de muertos. Los terremotos también desatan a menudo su furia, y aquel día de 2010, uno provocó un verdadero cataclismo.

Esa tarde de enero, con un epicentro ubicado a apenas 25 kilómetros de la capital, Puerto Principe, la tierra tembló con una magnitud de 7,3 en la escala de Richter y arrasó con el pais entero. En esta tragedia, más de 220.000 personas perdieron la vida y todo quedó por reconstruir, incluso el Palacio presidencial.




Un helicóptero de la US Navy despega del patio del destruido Palacio Presidencial de Haití para trasladar a heridos a un hospital militar en el centro de Puerto Príncipe, luego del devastador terremoto, el 21 de enero de 2010. Thomas Coex / AFP

Un evento que movilizó a la comunidad internacional, que desplegó rápidamente recursos humanos y financieros para atender a la emergencia y facilitar un pronto levantamiento de Haití.
Sin embargo, el esperado impulso al desarrollo para esta nación dolida a raíz de esta ola de solidaridad, nunca se dio. Los estudios publicados posteriormente demostraron cómo este flujo de dinero circuló en un circuito cerrado, que permitió atender lo más urgente, pero no más.

"La gestión de los fondos movilizados luego del terremoto es una prueba flagrante de que la responsabilidad de los problemas de Haití no es solamente atribuible a los haitianos", según Claude Joseph. "De los 6.000 millones de dólares desembolsados entre 2010 y 2012, menos del 10% pasó por el sistema haitiano", agregó.
"Haití es el país con mayor número de ONG por habitante"
Mantenidas bajo perfusión financiera, las autoridades locales vieron su margen de acción aún más reducida, lo cual fomentó una mayor inestabilidad política.
Además, la imagen de la presencia extranjera entre los haitianos sufrió un grave declive luego de que los cascos azules de las Naciones Unidas provocaran una grave epidemia de cólera y que se revelaran los excesos de ciertas organizaciones no gubernamentales.

No se puede tampoco afirmar que el efecto de la cooperación ha sido solamente nefasto, pero cabe resaltar que acentuó las debilidades de un país que necesitaba fortalecerse. "Haití es el país con mayor número de ONG por habitante", comentó Joseph, "el Estado tiene que poder coordinar sus actividades".
Jalado por marcos de acción decididos en el exterior, el Gobierno puede tener dificultades a desarrollar su propia agenda. "Una mejor política de desarrollo con un apoyo internacional debe dejar cancha libre al Estado para definir sus propias prioridades", resumió el politólogo.
Este jueves 7 de marzo fue el FMI que acudió una vez más en socorro de un Ejecutivo enredado en una crisis socioeconómica. Con 229 millones de dólares prestados sin intereses sobre 3 años es un posible respiro. El portavoz de la institución aseguró que este acuerdo busca "lidiar con el Estado frágil" y que los haitianos "más pobres se encontrarán entre los primeros beneficiarios".






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