El
EZLN y su proyecto político cumplen 35 años, 10 en la clandestinidad y 25 de
haberse levantado en armas contra el gobierno mexicano y contra el neoliberalismo.
El primero de enero de 1994 sacudió al mundo el neozapatismo, la primera
guerrilla transmoderna, o dicho de otra manera, anticapitalista, anticolonial y
patriarcal, la cual planteó un movimiento de transformación basado en la
construcción de alternativas desde la retaguardia y no desde la vanguardia,
como postulan los movimientos de filiación marxista. El zapatismo armado nació
para desaparecer. Los indígenas mexicanos se taparon el rostro para que los
vieran. Las y los rebeldes irrumpieron para pelear la guerra contra el olvido
El
¡ya basta! zapatista se repitió el primero de julio, cuando en las urnas, el
pueblo mexicano dio la victoria presidencial a Andrés Manuel López Obrador,
indiscutible líder del partido Morena. Aunque legítimas las esperanzas que
arropa el proyecto de transformación lopezobradorista en muchas personas, hemos
de reconocer que en lo profundo, su llegada al poder representa una respuesta
al hastío generalizado contra el PRI-PAN-PRD, cuyo proyecto neoliberal y
militar dejó al país hundido en un contexto de terror con cifras escalofriantes
de muertes y desaparecidos.
Los
análisis de Javier Hernández Alpízar (https://goo.gl/kgUBpr) y de Gilberto López y Rivas (https://goo.gl/6ih9fr) son
esenciales para entender las grandes distancias que separan al proyecto
zapatista y a la Cuarta Transformación. López Obrador apuesta por un proyecto
de gobierno, ideológicamente socialdemócrata, en el que la palanca
de desarrollo sea la lucha contra la corrupción. Confía en el mercado
como mecanismo para generar riqueza y en el Estado como garante de la
distribución de los beneficios.
Con
base en esta lógica ideológica, Morena recae en constantes contradicciones. Por
un lado, planea obtener con su programa de austeridad, los recursos necesarios
para impulsar su Cuarta Transformación, sin cuestionar la explotación de los de
más abajo y, por otro lado, aunque se declara antineoliberal, ha asegurado que
impulsará las zonas económicas especiales, auténticos paraísos del capitalismo
salvaje. Además, promoverá megaproyectos extractivistas con base en inversiones
nacionales e internacionales. Por ejemplo, recién su gobierno anunció la construcción
de una gran planta de Nestlé en Veracruz, en contra de los intereses de los
cafetaleros locales (https://goo.gl/M3SKK2).
Parece que impondrá el Tren Maya, a pesar de las
resistencias de los pueblos indígenas y además está desarrollando la Guardia
Nacional que continuará el proceso de militarización en el país y que podrá ser
usada en contra de las resistencias a los megaproyectos, como ha señalado el
profesor Carlos Fazio (https://goo.gl/ZBqzTw).
Por tanto, asumir que la Cuarta Transformación tendrá el mismo calado que la
Independencia, la Reforma y la Revolución, tal vez sea albergar demasiadas
esperanzas en un proyecto continuista, aunque socialdemócrata.
Las
y los zapatistas irrumpieron hace 25 años en un Chiapas en pleno proceso de
colonización, donde las niñas y niños se morían y se siguen muriendo de
desnutrición y por falta de medicamentos.
Basta
recordar que mientras leemos este artículo, mil 237 personas del poblado de
Chalchihuitán se encuentran desplazados de sus comunidades por conflictos
armados por tierras (https://goo.gl/LCFNky).
Aunque
el proyecto zapatista ha ido madurando y afinándose con el tiempo, desde el
principio lucha por crear un mundo nuevo, abajo y a la izquierda, y
es eso lo que han venido haciendo desde entonces. Se trata de una apuesta firme
por la defensa del territorio. Plantea ante todo, un proyecto de democracia
radical y de respeto a la madre tierra, un mundo donde quepan muchos
mundos.
No
se trata sólo de que AMLO, incluyera a Esteban Moctezuma como secretario de
Educación, quien realizó labores de contrainsurgencia y persecución a la
comandancia zapatista durante el proceso de los acuerdos de San Andrés en 1998.
Las diferencias de proyecto son insalvables. El zapatismo forma parte de un
proceso mucho más amplio de transformación. Se trata de una apuesta clara de
defensa de un modelo alternativo ante la crisis civilizatoria por la que
atravesamos. Es un proyecto culturalmente crítico con la modernidad occidental,
de corte capitalista, colonial y patriarcal. El EZLN forma parte de los
movimientos sociales y políticos del México profundo, como el Congreso Nacional
Indígena, que busca poner nuestra matriz mesoamericana en el centro. De ver a
Occidente desde nuestras comunidades, de continuar con el proceso de
descolonización y de ejercer los principios del mandar obedeciendo.
Con
más de 525 años de resistencia, el México de abajo, el México profundo continúa
la misma lucha de descolonización. El primero de enero de 1994 inició la
verdadera transformación, el cambio de era, de paradigma; lamentablemente, la
ceguera de la izquierda institucional es tan profunda que difícilmente se
sumará a ella.
* Sociólogo
especialista en migración
San
Cristóbal de Las Casas, Chis., El Congreso Nacional Indígena (CNI) y el Concejo
Indígena de Gobierno (CIG) afirmaron que el Instituto Nacional de Pueblos
Indígenas (INPI) y su dizque nueva política indigenista no es más que la
profundización de la ofensiva contra la vida, con la que quieren debilitar la
lucha por la autonomía de los pueblos originarios que con su lucha frenan la
devastación que de arriba imponen.
En
un comunicado manifestaron: no le creemos al capataz del capitalismo que
dice gobernar México y no aceptaremos ninguna falsa consulta como esas con las
que quieren legitimar el robo de los territorios indígenas y campesinos,
nuestro exterminio y la agudización de la guerra en nuestra contra. Y
reiteraron: no aceptaremos nuestra muerte aunque traigan miles o millones
de votos que, según ellos, así lo decidieron. Subrayaron que con nosotros
caminan los pasos profundos, reales e irrenunciables que los pueblos
originarios hemos dado en resonancia con el caminar del Ejército Zapatista de
Liberación Nacional (EZLN) y las comunidades indígenas zapatistas.
Advirtieron
que junto con la profundización de la guerra capitalista también
profundizaremos nuestra resistencia y rebeldía. Las mineras con las que
pactaron los megaproyectos en el Istmo de Tehuantepec, el inmoral proyecto del Tren Maya, la devastación y
privatización para sembrar plantaciones forestales industriales en la selva
Lacandona, y la enajenación territorial al gran capital que son las zonas
económicas especiales se toparán de frente con el verdadero poder, el de abajo,
ese que no se rinde, que no se vende y no claudica, porque hacerlo es sabernos
muertos como pueblos.
Luego
de saludar con orgullo el 25 aniversario del levantamiento armado del
EZLN, sentenciaron que con la guerra desatada en contra nuestra, nos hemos
visto reflejados en el caminar de las comunidades indígenas zapatistas, sabidos
de que afuera sólo hay amenazas en nuestra contra y que todo es en nombre de la
riqueza para sólo algunos.
El Estado es uno de los mecanismos de poder mejor articulados
por la modernidad occidental, misma que inició en 1492 a raíz de la conquista y
el saqueo de América, así como al sometimiento de la población negra e
indígena. Por tanto, los estados y las naciones que se liberaron del yugo
colonial –tanto en el siglo XIX como en el XX– siguieron ejerciendo relaciones
jerárquicas de poder entre las diversas poblaciones que los conforman. Los
procesos de independencia no concretaron el ejercicio pleno de la ciudadanía entre
todos sus habitantes. En México, el proceso de liberación del régimen colonial
no garantizó que los indígenas y negros dejaran de ser vistos como alteridades
negativas, lo cual justificó su percepción como obstáculos para el proceso de
construcción de la nación mexicana.
Desde
el siglo pasado, Pablo González Casanova y Guillermo Bonfil Batalla llamaron la
atención sobre la persistencia de las relaciones coloniales de poder en México;
el primero lo calificó de colonialismo interno y el segundo
habló del México imaginario para hacer referencia a la élite
que aspira a ser como Occidente, utilizando para ello la fórmula del mestizaje
como promesa de blanquedad y al desarrollo como guía para
alcanzar la supuesta prosperidad económica.
Al
igual que antes, la Cuarta Transformación recurre de nuevo a la centralidad del
Estado, a la creación de instituciones que atiendan el tema indígena y al
desarrollo mediante la implementación de grandes proyectos de infraestructura
que lo único que traerán será despojo, desplazamiento y deterioro ambiental,
sin olvidar, claro, las grandes ganancias económicas que los empresarios
obtendrán. Con estos elementos de fondo, se decretó el inicio de una nueva
etapa en la historia de México. En el calendario de arriba el reloj marca la
hora de la Cuarta Transformación. El encantamiento de la nación pretende
imponer –una vez más– una periodización permitida de la historia oficial de
México.
Si
recordamos que el sueño del Estado-nación está por cumplir dos siglos de
existencia en estas tierras (1821-2021), creo que podemos abrir las condiciones
de posibilidad para aceptar que en un periodo muy corto de tiempo la historia
oficial consolidó una narrativa que reduce la larga existencia de los pueblos
indígenas. Este tipo de operación no es nada nuevo en la historia del
capitalismo, sólo basta recordar cómo intentaron universalizar la existencia de
la modernidad –datada hasta ahora en poco más de 500 años– como un fenómeno de
totalidad. Si tomamos en cuenta la domesticación del maíz en Mesoamérica hace 5
mil años, el esplendor civilizatorio de los olmecas datado en ocho siglos de
existencia (1200 a. C al 400 a. C.) o bien traemos a cuenta los siete siglos
del florecimiento de Teotihuacán, podemos concluir que conocer la historia de
nuestros pueblos y territorios no sólo es indispensable, ante todo, es un arma
poderosa para la guerra capitalista que padece el país, el continente y el
mundo. En otras palabras, es necesario descolonizarse, y comenzar a cuestionar
la historia es una buena opción.
Por
otro lado, todos fuimos testigos del ritual indígena que el
gobierno federal desplegó para legitimar el inicio de una nueva burocracia
estatal y con ello fortalecer la visión mestiza de la historia. Aquí es
pertinente señalar que gran parte del espectro político –ya sea de derecha,
izquierda o centro– tiende a pensar que existe una correspondencia necesaria
entre el lugar ontológico o social y la posición política o epistémica de los
indígenas. En otras palabras, no por ser indígena tienes un chip que te dicte
estar en contra del capitalismo, y a la inversa también funciona: no por ser
blanco estás a favor del sistema.
Además,
el ritual indígena sirvió para evidenciar el fenómeno de la gestión étnica,
donde la utilización de la identidad sirve como un instrumento identitario
comercial en manos de numerosas personas –empresarios, instituciones
financieras, fundaciones, ONG, agencias gubernamentales, el Estado y un sector
de indígenas– con fines de transacción de toda clase de recursos económicos; es
justamente lo que Fernando Coronil llama la nueva tendencia de conceptualizar
el conocimiento tradicional, la naturaleza y la gente como capital, como
elementos constitutivos de la riqueza.
Abajo,
en las coordenadas de la resistencia, debemos reconocer que en los 526 años que
van de la guerra de conquista y exterminio sobre nuestros territorios, la lucha
por la liberación de los pueblos sigue presente sobre este suelo que hoy se
conoce como México.
El
pasado primero de enero el EZLN cumplió 25 años de vida pública. Un cuarto de
siglo de existir y consolidar una alternativa civilizatoria que el mundo ha
visto levantarse y que al parecer entre muchos mexicanos pasó de noche.
Lástima. A su vez, la desinformación, el racimo y las campañas de desprestigio
contra el EZ confirman que en la Cuarta Transformación seguirán existiendo sólo
los indígenas permitidos, o sea, aquellos sujetos que son funcionales al Estado
y que hoy son la nueva burocracia indígena del país.
Ahora,
no sólo se requiere pensar más allá de los marcos de la nación y de sus
instituciones, ante todo debemos reconocer a quienes se atrevieron a desafiarla
mediante una declaración de guerra en 1994 y que ahora en 25 años de existencia
han sabido consolidar una nueva forma de habitar en estas tierras mediante la
creación de los caracoles, una estructura político-social-comunitaria única en
el mundo.
*
Zoque de Chapultenango, Chiapas. Historiador y antropólogo. Miembro del Centro
de Lengua y Cultura Zoque.
Para
el Tren Maya, el Fondo Nacional de Fomento al Turismo (Fonatur) estará
obligado a generar proyectos de desarrollo urbano que incluyan a las
poblaciones locales y será una oportunidad histórica para elevar el nivel de
vida de las comunidades.
La inclusión es el factor más importante de la política
turística, porque ya no puede haber desarrollos si no se concibe a toda la
población, es decir, no se cometerán los errores que ahora aquejan a las
poblaciones de Acapulco, Guerrero, y Cancún, Quintana Roo, manifestó el
director general del Fonatur, Rogelio Jiménez Pons, en entrevista.
Señaló
que el proyecto líder se está elaborando y el Tren Maya, desde el
punto de vista turístico, será rentable, porque la zona del sureste de México
está bien posicionada a escala mundial, por lo que no nos puede ir mal.
Desde la perspectiva del comercio, apuntó, se buscará que transporte al sureste
mexicano al menos 30 por ciento de mercancías y la totalidad de los
combustibles automotrices y para aviación.
En
relación con el rechazo del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) a
la obra, dijo que no está de acuerdo con no hacer nada. El gobierno
mexicano debe actuar, porque tenemos que elevar el nivel de vida de la
gente. Tenemos oportunidades históricas que no se pueden perder, y la
administración del presidente Andrés Manuel López Obrador es una de ellas.
–¿Qué
pasará con la oposición del EZLN al Tren Maya?
–A
las comunidades hay que informarles. El primer contacto con el zapatismo, me
enteré, es (la que iba a ser candidata presidencial, María de Jesús
Patricio) Marichuy, quien está presente en el sur de Quintana Roo.
(El EZLN) está en su derecho (de oponerse). No queremos que nadie nos entregue
una carta blanca, tenemos que ser convincentes en los hechos y yo no temo en lo
más mínimo a una discusión con los zapatistas.
El
modelo de participación debe ser activo por las comunidades. Hay zonas muy
jodidas históricamente. Tenemos que reivindicarlas, y la discusión es cuál es
el método más práctico para incorporar a la gente.
–¿Confía
en que habrá éxito para convencer al EZLN?
–Es
distinto hablar de las zonas tradicionales zapatistas de otras regiones.
Desgraciadamente, el zapatismo no ha consolidado un movimiento que se refleje
en un mejor nivel de vida. Me refiero a Montes Azules, que está en zona
zapatista y en los pasados 20 años ha perdido más de 200 mil hectáreas de
reserva de la biosfera. Por razones históricas el zapatismo tiene mucho de qué
quejarse, pero creo que estamos dando una oportunidad de reivindicación a estos
grupos con el hecho de que el Presidente tomó posesión con un acto ceremonial
con pueblos indígenas y que se haya iniciado el Tren Maya con una ceremonia en
Palenque.
“Estos
actos no omiten hacer forzosamente el proceso de consulta. Simplemente, hacemos
lo que estamos obligados. Tenemos que recordar que son pueblos originarios y
son la riqueza. Si se quita la parte indígena del país queda un híbrido jodido,
seudoeuropeizado. Lo que da sustancia a todo esto es la sustancia indígena y
porqué no la valoramos correctamente, no en el discurso, sino en los hechos, en
la cotidianidad. Lo que hagamos va a afectar, pero necesitamos tener una
resultante con mejores condiciones para ellos para que su participación sea más
activa.
Con
el zapatismo estamos en los mejores términos, en qué quiere que hagamos. Sin
embargo, en no hacer nada no estoy de acuerdo. Tenemos que actuar para elevar
el nivel de vida. Hay oportunidades históricas que no se pueden perder, y este
gobierno es una para muchos grupos. Para reivindicar posiciones. Entonces,
hagámoslo. Que tan bien o mal lo hagamos, dependerá de la participación de
todos.
El
director general otorgó la entrevista a La Jornada en la sede
del Fonatur. En una sala de juntas, las paredes están tapizadas de planos
arquitectónicos, mapas, calendarios y fotografías sobre lo que será uno de los
mayores proyectos de infraestructura de López Obrador, al cual se canalizarán
más de 6 mil millones de pesos este año.
Entre
todo ese material destaca el diseño de una estación ferroviaria del Tren Maya.
El proyecto está inspirado, dice Jiménez Pons, en la máscara mortuoria del rey
Pakal, gobernante de la región que hoy es conocida como Palenque, en Chiapas.
Es un modelo similar, señaló, al de las plazas europeas: la estación
ferroviaria será construida con materiales de la zona, y en sus alrededores se
ubicaría un palacio municipal para generar masa crítica y un barrio
comercial en el que se ofrezcan productos propios de la región.
El
objetivo del Fonatur es que haya un proyecto de desarrollo integral, sobre todo
de ordenamiento territorial, expresó.
“El
Fonatur no va a comprar ni a vender terrenos. Vamos a hacer un fideicomiso de
infraestructura (Fibra), que será más transparente y democrático en términos de
capital. Mediante éste, los poseedores de una propiedad entrarán al
fideicomiso.
Es
una aportación de capital. Te asocias. Con la asociación a Fibra se ingresa al
proyecto, que podría tener más plusvalía que la venta de terrenos al Fonatur.
Jiménez
Pons puso énfasis en el ordenamiento territorial, que a escala mundial se
entiende por organizar el uso, aprovechamiento y ocupación de un territorio
sobre la base de potencialidades y limitaciones.
“Lo
sustancial es que se va a genera el ordenamiento territorial. Estamos obligados
a crear proyectos de desarrollo urbano con el tema turístico y económico que
sean incluyentes. Este es el factor más importante de la política turística de
López Obrador, porque ya no puede haber desarrollo si no se concibe a toda la
población. Lo que pasó en Acapulco no se puede repetir, y lo que ocurre en
Cancún es terrible.
Cancún
no tiene una situación social agradable. Tanto Playa del Carmen como Tulum son
oportunidades que se están perdiendo. Hay que corregir el modelo, incluir a
todos.
En
otra pared de la sala de juntas está el calendario fijado para poner en marcha
las licitaciones y la construcción del Tren Maya.
Preparamos
los concursos para 2019, que serán más o menos en abril. Hasta ahora ya
concursamos los grandes paquetes de la obra. Son siete, con un valor de mil
millones de dólares cada uno, que representan los siete tramos en que
consistirá el Tren Maya, que se calcula tendrá una longitud de unos mil 500
kilómetros.
Jiménez
Pons indicó que algunos tramos no requieren estudios de impacto ambiental,
porque son lugares impactados. Ahí sigue pasando el tren.
En
otros sensibles, dijo, se está en espera del proyecto, porque para ver el
impacto debo saber si se prevé un puente o un túnel.
Apuntó
que en 2019 se tendrá el proceso completo de estudios, proyectos y encuesta con
comunidades. En los primeros meses de 2020 se empezarán los tramos que ya
operan los trenes de carga.
Hay
algo avanzado. No se está empezando ahora, pues llevamos casi dos años de
trabajo preliminar. Obvio, sin recursos. Ya se mandó a hacer el proyecto líder,
agregó.
Consideró
que será rentable el Tren Maya, porque hay flujos turísticos y la zona
sur-sureste del país es importante.
El
funcionario explicó que el Tren Maya puede ampliar la reserva de la biosfera de
Calakmul, en cuya zona arqueológica se proyecta la construcción de un tren de
hidrógeno, que formará parte de un plan adicional. Se ubicaría a la entrada de
la zona arqueológica.
...Ahí mismo, López Obrador continuó con la
tanda de extraños agradecimientos a Donald Trump por estar abierto a
tratar con respeto los asuntos comerciales, migratorios y de seguridad,
mediante el diálogo permanente y cooperación para el desarrollo. También
mencionó que ya se inició la aplicación de estrategias enfocadas en el sureste
y de cooperación con los países centroamericanos, como el Tren Maya, la
modernización del sector energético y el proyecto del Istmo de Tehuantepec para
acercar países de Asia con la costa este de EU (citas tomadas de https://bit.ly/2P8j8Lz).
Al siguiente día de esa reunión, López Obrador reveló que
el secretario de Comercio Ross le transmitió en Mérida un mensaje del
presidente Donald Trump de que están dispuestos a invertir y ayudar a construir
el Tren Maya y otras obras de infraestructura en el sureste (nota de
Alonso Urrutia en La
Jornada, https://bit.ly/2ItnRpA).
Dado que se usaron vías oficiales, ha de entenderse que
la disposición a invertir y ayudar es del gobierno de EU y no sólo
del empresario Trump.
Un mensaje de ese calado es una insolencia. La historia de México
muestra los graves riesgos de intervencionismo armado que en nuestra contra han
practicado potencias extranjeras (actualmente los cañones se llaman
computadoras y mercados). Así que ahora Trump, el gobierno de Estados
Unidos y BlakRock pretenden invertir y apoyar no sólo en el Tren
Maya, que podría terminar como Tren de Troya, sino en otras obras de
infraestructura en el sureste.
No olvidemos que en el paquete está el corredor transístmico que
partiría al país en dos (la balcanización de México), toda la región convertida
en el auténtico muro migratorio prometido electoralmente por Trump. Permitir
que haya inversión y ayuda estadunidense en estos proyectos
significaría abrir las puertas a eventuales discordias, litigios e
intervenciones. Así lo muestra y confirma la historia. Muy preocupante que
Trump se atreva a enviar ese mensaje y que AMLO lo haya dado a conocer
suavemente, con un exploratorio desparpajo pragmático.
Minatitlán,
Ver., Sin entrar en detalles, el presidente Andrés Manuel López Obrador informó
que hace como 15 días se realizó la consulta a las comunidades indígenas por
donde pasará el tren transístmico y avalaron el proyecto.
Ni modo, dijo, es una noticia mala para los
conservadores. Perdieron, porque la gente quiere que haya trabajo y
bienestar, señaló en conferencia de prensa en la refinería de Minatitlán, poco
antes de realizar un recorrido de supervisión de los trabajos del tren en el
municipio de Matías Romero, Oaxaca.
Desde
las instalaciones de la refinería Lázaro Cárdenas –acompañado por el
gobernador, Cui-tláhuac García; la secretaria de Energía, Rocío Nahle, y el
director general de Petróleos Mexicanos, Octavio Romero Oropeza, López Obrador
afirmó que con la consulta “se está avanzando mucho en la integración, porque
va a llevarse a cabo un proyecto de participación mixto, del gobierno, de la
iniciativa privada y también del sector social.
Van
a participar los dueños de la tierra en donde se van a establecer las plantas,
donde van a crearse los centros de producción, pueden ser ejidos o pequeñas
propiedades, y los dueños de las tierras van a pasar a formar parte de la
sociedad que se va a constituir. Ese es un referente y una buena noticia.
Prometió
que hoy dará los resultados de la consulta, y recomendó a sus adversarios no
enojarse mucho porque ya se llevó a cabo el ejercicio. Se les fue. Ni
modo, Margarito, ironizó.
Se
hizo trabajo abajo en los pueblos, y mientras la gente opta por que haya
trabajo y bienestar, los conservadores lo que quieren es seguir robando,
eso es lo que les importa y por eso quieren que nos vaya mal, nada más que se
van a quedar con las ganas, remató.
El
megaproyecto denominado Tren Maya prevé la construcción de mil 500 km de
línea férrea a través de Chiapas, Tabasco, Campeche, Yucatán y Quintana Roo, y
la operación de un tren alimentado a biodisel para transporte de carga y
pasajeros. El proyecto contempla el reordenamiento territorial y social de la
península con el objetivo de con-solidar la Región Maya a partir del
impulso a la industria energética, la agroindustria y el desarrollo
tecnológico, principalmente en función de la industria turística. Asimismo,
prevé la creación de numerosos centros de población y la ampliación
de aquellos ya existentes, sin un claro plan urbanístico.
El aspecto más promocionado de este proyecto, y
por el cual muchos empresarios locales y corporaciones trasnacionales
manifestaron su apuro de subirse a él, es que será un detonante para el
desarrollo turístico de zonas hoy marginales en la industria que tiene la costa
caraíbica como fulcro. Esta apuesta conlleva distintos riesgos.
La
exigua información aún disponible en la página www.tren-maya.mx muestra
que cada parada prevé una zona de desarrollo ubicada entre la
estación y el núcleo urbano. De tal manera se planea la emergencia de nuevos
centros de población o el desarrollo de zonas conurbadas como efecto de la
presencia del tren. El impulso a la urbanización y al consumo de suelo
representa un elevado riesgo, pues la recurrente carencia en la planeación
urbanística da pie a la generación de asentamientos urbanos espontáneos que se
convierten en cinturones de marginación y precariedad social, más que
en zonas de desarrollo.
Este
reordenamiento territorial alrededor de enclaves turísticos ya es conocido en
la península y en los otros destinos de esparcimiento construidos como planes
de gobiernos a partir de los años 60. Es emblemático el caso de Cancún,
impulsado desde el gobierno federal como centro integralmente planeado.
Observando la situación de la ciudad y su entorno 40 años después, es
inevitable preguntarse qué era lo que estaba planeado. La urbe en constante
crecimiento es un sistema que gira alrededor de la exclusión e incluso de la
segregación, esto es, lo opuesto a la integración y la supuesta derrama de
desarrollo que el bienestar de los exitosos empresarios provocaría en el
conjunto de la población. Estados que incluyen importantes destinos turísticos
como Oaxaca, Chiapas, Guerrero y Veracruz, aún no se benefician de la ansiada
derrama: la pobreza estructural alcanza entre 60 y 70 por ciento de sus
habitantes, cuyos sueldos son insuficientes para adquirir la canasta básica
alimentaria, según cifras de 2017 del Coneval.
Aunque
lo niegue, con el empecinado impulso a megaproyectos como el Tren Maya o el
Corredor Transístmico, la 4T refrenda su lealtad al dogma neoliberal según el
cual el enriquecimiento de unos cuantos beneficiaría también a los demás,
aunque sea por goteo ocasional de la mencionada derrama. Treinta años de neoliberalismo
en México enseñan que desarrollo y progreso, misiones del Tren Maya, no
surgen por generación espontánea del libre mercado. Lo que éste genera es
desigualdad, por la cual México sí es campeón.
En
los destinos turísticos de clase mundial, el aumento de la violencia y la
criminalidad, el flujo poblacional y migratorio de campesinos e indígenas
empleados en trabajos no calificados ni calificantes, precarios y sin ninguna
garantía, muestra el desarrollo de un sistema basado en explotación laboral y
discriminación étnica y cultural. Es una constante en el país, el drama de
comuneros y ejidatarios, campesinos y pescadores, que fueron expropiados o
vendieron sus tierras a las promesas de desarrollo y fuentes de empleo, y
en cambio obtuvieron posibilidad de trabajar como albañiles, lavaloza y
veladores en hoteles y mansiones veraniegas.
El
reordenamiento social que implica el desarrollo de la industria turística es
especialmente peligroso porque impulsa el tránsito de actividades primarias,
como agricultura y pesca, hacia el ofrecimiento de servicios (si hay capital) o
mano de obra no calificada (si no lo hay). Luis Hernández Palacios, titular de
la Procuraduría Agraria, explica bien el alcance del desarrollo por goteo:
“… para que la gente pueda participar en la comercialización de sus productos
en las estaciones del tren o sean considerados para la venta de sus servicios”.
La
urbanización y la terciarización de la economía local implican el decrecimiento
de actividades productivas agrícolas y tradicionales, y su pérdida de sentido
para la población más joven. La denigración del trabajo campesino, efecto
producido por las promesas de prosperidad ofrecidas por la urbanización o el
empleo en los servicios turísticos, son un proceso que redunda en la pérdida de
conocimientos y saberes tradicionales, arraigados y, finalmente, en el despojo
cultural y epistémico que es evidente en el medio rural actual.
Las
organizaciones indígenas y campesinas de Yucatán y Quintana Roo nos recuerdan
que, más allá de los destinos turísticos y comerciales, la península es una
región con vocación principalmente agrícola –lo que el actual gobierno
interpreta como atraso y subdesarrollo. Hay valiosos procesos organizativos con
años de trayectoria y una profunda conciencia de los agricultores que
hacen milpa (sistema multicultivo) sobre el cuidado de las semillas
criollas, y de los apicultores sobre la producción orgánica, en notable
incremento. Las organizaciones del campo entienden desarrollo y
progreso como la dignificación del trabajo campesino y el fortalecimiento
de su modo de vida que les permita vivir bien en su pueblo y en su tierra,
decidiendo en autonomía sobre su futuro. Nada que ver con el desarrollo
por goteo de la narrativa institucional: son planes que corren, ahora sí,
en dos rieles paralelos.
* Investigadora
del DEAS-INAH
Un
retorno fugaz a los Altos y la selva Lacandona, al tamaño y hondura de sus
cielos y cañadas. Un tlacuache gris plomo esta mañana al salir de la cabaña. Su
mirada fija, poco expresiva. Su calma. Su paso elástico y asimétrico. Su atenta
perfección. Los numerosos cantos y chirridos del amanecer como si dialogaran,
al fin de una noche tan estrellada que casi se oían las constelaciones y el
gajo en creciente de la luna fresca, quizás húmeda. En la floración del verde
que te quiero verde y no cuentos, quién hubiera dicho, me acordé de cosas que
no se me olvidan.
En el otoño de 1993 la casualidad, si acaso existe, me
llevó de San Cristóbal de Las Casas a la cañada tojolabal de Las Margaritas,
hasta una comunidad, semirremota entonces, llamada Cruz del Rosario. Que a
visitar unos cafetales. No yo, mis acompañantes. Yo iba de gorra. Y allá vamos
en un camioncito de redilas cañada adentro. Un poblador nos contaría sus
cacerías de quetzales en la montaña, de a cuánto los vendía, sobre todo vivos.
Con la misma falta de pudor narraba el tránsito de guerrilleros, que
venían de por el Tepeyac y se les conocían dos mandos, uno alto, un poco güero,
otro chaparrito, indígena pero no de por aquí. No recuerdo que los
aprobara ni desaprobara.
Prevalecía
un peculiar nerviosismo en todas partes. En San Cristóbal y Ocosingo los
comerciantes caxlanes sufrían visiones apocalípticas. Días atrás, en Jovel,
durante el 20 aniversario de la Asociación Rural de Interés Colectivo-ARIC
(desairada por el gobierno salinista al cual se había entregado su dirigencia),
la poderosa organización de productores, aún indivisa pero ya mermada, pasaba
escalofríos. Nos están quitando a nuestros muchachos, se lamentaban
dirigentes y asesores caxlanes con paternalismo galopante y cálculos políticos
desfondados.
Abundaban
los signos de algo grave. Cada vez más radicalmente indígena en su
orientación; la diócesis encabezada por Samuel Ruiz García vivía asediada, los
coletos auténticos, los ganaderos de la región y el gobierno le traían
ganas al obispo, a sus párrocos y catequistas, a las comunidades liberadas, al
novel Centro de Derechos Humanos que hoy apodamos Frayba . En
las organizaciones y uniones históricas (Confederación Nacional Campesina,
ARIC, Central Independiente de Obreros Agrícolas y Campesinos) la conmoción
interna era evidente. Los católicos tradicionales de San Juan Chamula
apenas habían depuesto las armas criminales contra las sectas
protestantes, echando más de 30 mil chamulas al éxodo definitivo en San
Cristóbal y la frontera. En tanto, la telaraña del secreto crecía en los
barrios, las cañadas, las escuelas y los conventos.
Luego
del casi autocrático dominio del gobernador Patrocinio González Garrido hasta
pocos meses atrás, cuando su primo político el presidente Salinas de Gortari le
acortó la rienda trayéndolo a Gobernación, Chiapas parecía estar sin gobierno o
tenerlo en otra parte (síndrome recurrente en la entidad).
Sin
embargo, nada permitió prever el tamaño del impacto que tres meses después
tendría la irrupción del que resultó ser Ejército Zapatista de Liberación
Nacional. Inmediato, profundo, mundial, sorprendió a los insurrectos, a la
Iglesia católica, al gobierno. Extasió a los medios. Las semanas posteriores al
primero de enero de 1994 revelaron un movimiento amplísimo, organizado y
disciplinado, cargado de sentido, de ideas y experimentos, de gravedad política
y humor inéditos. Su base, su todo, residía en la fuerza telúrica de miles de
indígenas encapuchados, armados, en rebeldía. Porque sus pueblos eran libres,
le declararon la guerra al gobierno de México.
Entre
los muchos efectos imprevistos de la rebelión –que movilizó multitudes en todo
el país, generó redes de solidaridad de nuevo tipo y propició la creación de
géneros musicales y artes propagandísticas mientras Europa y las Américas
volteaban a ver con asombro–, quizás el impacto de mayor calado, pero no
inmediato, ocurrió en los propios pueblos originarios. Comunidades e individuos
de todo México y hasta Estados Unidos aprendieron que sin miedo se podía.
Abrazaron sus lenguas. Las mujeres se supieron aludidas como nunca antes. Los
jóvenes vislumbraron otra modernidad posible: un mundo donde cupieran muchos
mundos.
Las
montañas y la selva Lacandona se abrían a una experiencia de gobierno y lucha
en venturosa evolución. Los rebeldes se legitimaron en sus acciones y su
lenguaje. Con la palabra de su lado, los pueblos indígenas llevaron la mano por
primera vez en la historia de México.
Un
grupo de integrantes del Centro de Investigación Científica de Yucatán y
de la Universidad Autónoma de Yucatán –Casandra Reyes García, Celene Espadas
Manrique, Alejandra García Quintanilla y Manuela Tamayo Chim– explican los
motivos de preocupación de los biólogos (y no sólo de ellos) por los efectos
que podría tener el Tren Maya.
Ante
la descalificación que hace el director de Fonatur, Rogelio Jiménez Pons,
tildando de conservacionistas a quienes se oponen, y expresando
que primero va la gente y que en el país no ganamos nada con
tener jaguares gordos y niños famélicos, ellas hacen un recuento de argumentos.
Desde
su punto de vista el llamado Tren Maya puede provocar un colapso
ecológico en la Península de Yucatán. Definen colapso
ecológico como la situación en la cual el ecosistema sufre una serie
de cambios irreversibles que afectan a gran parte de su organismos y resulta en
una extinción masiva. Este colapso no afecta solamente a la flora y a la
fauna, sino que repercute directamente sobre todos los seres vivos,
incluyendo los humanos, que nos beneficiamos de los servicios que la selva nos
brinda.
Algunos
de estos servicios son que los bosques o selvas favorecen la formación de nubes
por el vapor de la transpiración y promueven la lluvia, y que las raíces de los
árboles favorecen la infiltración del agua al manto freático. Además la fauna
de las selvas contribuye al control natural de plagas, así como a
servicios de polinización. La polinización permite la producción de frutos. Los
jaguares y pumas “controlan la proliferación de herbívoros ayudando a la
regeneración de las plantas en los bosques. La selva además da madera, leña,
frutos, plantas medicinales, colorantes, especias, animales para la caza, y
brinda servicios culturales, la naturaleza es parte intrínseca del ser de
los pueblos originarios, son un importante valor intangible. Estos pueblos han
mantenido por milenios una relación armoniosa con la naturaleza.
En
este contexto señalan que “las estaciones Tulum-Carrillo Puerto-Bacalar y
Bacalar-Calkmul-Escárcega, atraviesan porciones de la Península de Yucatán
que aún albergan zonas de vegetación conservada, donde se encuentran dos de las
áreas naturales protegidas más importantes de México:
la
Reserva de la Biósfera de Calakmul, que por su extensión de selva continua
constituye la segunda reserva más importante de América tropical, sólo después
de la Amazonia y la reserva de la Biosfera de Sian Ka´an, que alberga un
sinnúmeros de ríos subterráneos de agua dulce que interconectan con cenotes y
petenes, y que ha sido declarada Patrimonio Intangible de la Humanidad por la
Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura
(Unesco).
En
la Reserva de Calakmul se encuentra una zona arqueológica que ha sido
denominada Patrimonio Mundial Mixto por la Unesco y que se pretende potenciar
como atractivo turístico. Este lugar está hoy poco comunicado y recibe 40 mil
turistas al año. Al conectarse con el tren se espera que de los casi 17
millones de turistas que llegan a Cancún, tres millones lleguen a visitar
Calakmul.
Un
adelanto de lo que esto significa, puede verse en la Riviera Maya. Si bien se
dijo –escriben las investigadoras– que se iba a mantener un desarrollo
responsable con el medio ambiente y de bajo impacto, y que traería consigo
bienestar, lo que ha ocurrido es que la población local fue reubicada y que la
biodiversidad ha sido fuertemente impactada. Ha habido ecocidios tanto en
el mar como en la tierra, donde el coral, las selvas y los manglares han
muerto.
La
ONU ha advertido que frente a los problemas ambientales es necesario
adoptar medidas urgentes a una escala sin precedentes para detener y revertir
esta situación y proteger así la salud humana y ambiental. Ellas
comentan: Si el proyecto del Tren Maya no hace un análisis exhaustivo del
impacto ambiental, social y económico que causaría, claramente impactará
primero a los más pobres. Son ellos quienes verán la disminución de miel
en sus apiarios y de las cosechas en sus milpas. Concluyen: Es importante
detenerse y hacer un verdadero análisis de los impactos del Tren Maya y
modificar su ruta para salvaguardar la selva.
La
voz de los pueblos mayas al respecto puede leerse en el Pronunciamiento de
organizaciones mayas de la Península de Yucatán del 19 de junio. Fortalece lo expresado
por las investigadoras.
Así
como hoy vemos islas formadas con los desechos de plástico que hemos arrojando
al mar, un día veremos, si se insiste en construir este tren,
cómo cambiarán las lluvias, se vaciarán los mantos freáticos, subirán las
temperaturas y los cultivos no serán polinizados. Esto no sólo afecta a la
Península de Yucatán, nos afecta a todos.
Cancún,
QR. Para evitar la especulación con tierras a lo largo de la ruta del Tren
Maya, el director general del Fondo Nacional de Fomento al Turismo (Fonatur),
Rogelio Jiménez Pons, instó a los indígenas mayas y a los propietarios de éstas
a no venderlas.
El proyecto del Tren Maya establece el esquema de
Fideicomisos en Bienes Raíces para que los propietarios sean socios de ese
proyecto y bajo ese mecanismo puedan reducirse las prácticas de especulación
con tierras, manifestó durante la tercera Cumbre de turismo social y
sustentable.
Agregó que el Fonatur, encargado del
proyecto, empoderará a los pobladores para asociarlos y buscará no
desplazarlos. Para evitar la corrupción la institución no comprará terrenos,
añadió.
México,
dijo, es racista y clasista, pero con el Tren Maya es la hora de valorar
las raíces indígenas. El objetivo es una asociación con los dueños de las
tierras, insistió.
Consideró
que el proyecto podría sufrir otra modificación. Es posible, dijo, que el
aeropuerto de Mérida sea reubicado aún más hacia el sur de la ciudad, para que
allí exista una estación ferroviaria. Explicó que la terminal actual está
propiciando un desarrollo territorial de la capital yucateca, con su consiguiente
efecto económico inequitativo.
El
directivo reiteró la transparencia del proyecto con el acompañamiento de
entidades de Naciones Unidas en las propuestas de desarrollo territorial y en
las licitaciones, porque la construcción del tren Maya debe ser diferente a lo
que edificó el Fonatur en el pasado.
Hubo
mucha corrupción y eso ha hecho que el Fonatur haya perdido su prestigio,
sentenció.
Jiménez
Pons explicó que las manifestaciones de impacto ambiental estarán listas luego
que concluya la licitación para la ingeniería básica de los siete tramos del
tren. Posteriormente, agregó, se realizarán las consultas a las poblaciones
indígenas.
Las
terribles violaciones perpetradas en contra de los pueblos indígenas fueron el
tema del primer informe público escrito sobre derechos humanos en las Américas,
la Brevísima relación de la destrucción de las Indias (1552) del fraile
Bartolomé de las Casas. Hoy, 467 años más tarde, abusos y despojo continúan,
pero también continúa la lucha de los pueblos indígenas por sus derechos.
Michel Forst, relator especial de la ONU sobre defensores de derechos humanos,
ha afirmado que las y los defensores indígenas –personas como Berta Cáceres en
Honduras o Isidro Baldenegro y Samir Flores en México– son los más amenazados a
raíz de su labor en defensa de sus tierras y territorios, por defender los
derechos ambientales.
¿Cómo
viven en realidad los pueblos indígenas en el mundo, en América Latina y en
México? ¿A qué se enfrentan? Me gustaría ofrecerles algunas citas que he
escuchado de viva voz:
Dicen
que estuvimos pobres, pero vivimos felices. Cultivamos nuestra tierra, nuestras
abejas. Después nos trajeron lo que llaman desarrollo –grandes hoteles por todo
lado. Nos quitaron las tierras. Hoy, ya no somos agricultores, sino personal de
limpieza en los country clubs. ¿Esto es desarrollo?
(Líder
maya, Quintana Roo, 2017)
México
tiene una nueva oportunidad de reflexionar si quiere continuar con estas
políticas. Si quiere que la gente que hoy trabaja su tierra siga convirtiéndose
en los trabajadores de limpieza de grandes hoteles, para servir a los ricos. Si
se desea perpetuar una forma de desarrollo que trae consigo flujos de drogas y
violencia, como se ha visto en Acapulco o Cancún, o si va apoyar a las
comunidades para que éstas escojan su propio modelo de desarrollo, como lo dice
la Declaración de los derechos de los pueblos indígenas.
¿Consulta?
¿De qué están hablando? Llegan a decirte que tienes que firmar para recibir
beneficios –pero si no firmas, el gobierno enviará policías para despojarte.
(Líder
yaqui, Sonora, 2016)
Reflexionemos:
¿de verdad es consulta indígena cuando no es ni previa, ni libre, ni
informada, ni culturalmente adecuada, como exigen los estándares
internacionales? ¿A qué sirve la consulta que divide a las comunidades
indígenas en los buenos que aceptan –pequeños– beneficios y
los problemáticos que siguen defendiendo su tierra, su bosque,
enfrentándose a la criminalización, a todo el poder político y económico? Y ¿a
qué sirve una consulta si no se respeta su derecho al consentimiento?
Llegaron
una noche, amenazaron de matarnos todos. Con mis hijos caminé dos días, dos
noches, no tuvimos ni agua ni tortilla, hasta llegar a la ciudad. Las
autoridades sólo nos mandaron el mensaje que tenemos que regresar, que no nos
pueden dar ningún apoyo…
(Mujer
nahua desplazada, Guerrero, 2019)
¿Hasta
cuándo vamos a dejar a los campesinos indígenas –y no indígenas– desprotegidos
frente a la violencia del crimen organizado, de los caciques locales, de los
grupos armados que limpian el terreno para las empresas
nacionales y trasnacionales? ¿Hasta cuándo?
Esperemos
que pronto se abra un nuevo capítulo, un capítulo de discontinuidad radical con
todas estas prácticas represivas, manipuladoras y cínicas. Esperemos que ya no
se van otorgar masivamente concesiones a megaproyectos que en las pasadas
décadas convirtieron una parte considerable de los territorios indígenas en
territorios concesionados –todo para los inversionistas, sobrexplotación del
agua, contaminación y deforestación para los indígenas. Hoy se vuelve difícil
para el Estado quitar estas concesiones a empresas trasnacionales porque
contienen cláusulas sobre compensación por la inversión no realizada. Entonces,
cuando se otorgan concesiones, se tiene que cuidar para que los inversionistas
no tengan derecho a compensaciones estratosféricas en casos de que se les quite
la concesión por violaciones de derechos humanos o por haber causado daños
ambientales.
Hay
primeras noticias positivas, como los acuerdos alcanzados entre 16 comunidades
zapotecas de los Valles Centrales de Oaxaca y la Conagua, sobre el
reconocimiento de los derechos de estas comunidades para cogestionar sus
fuentes del agua –lógicamente, dado que fueron ellas mismas que rescataron el
acuífero. El proceso de consulta cojeó en varios momentos, sin embargo, la
firmeza de las comunidades y la voluntad política de avanzar marcaron un paso
importante que debe replicarse.
Los
pueblos indígenas, cada vez más organizados, seguirán sin duda exigiendo el
reconocimiento de sus derechos –un reconocimiento no sólo retórico, sino en los
hechos. Y el sistema internacional de derechos humanos, los procedimientos
especiales de las Naciones Unidas, en particular las Relatorías Especiales
sobre los derechos de los pueblos indígenas y de defensores de derechos humanos,
y por supuesto, nuestra oficina en México, les seguirá acompañando.
* Representante
en México de la alta comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos
Humanos
Los próximos 14 y 15 de diciembre se efectuará la
fase final de la meteórica consulta organizada por el gobierno federal en torno
al Tren que llaman Maya. Son varias las consideraciones de fondo que permiten
sustentar las irregularidades de dicho proceso. En primer lugar, se realiza una
supuesta consulta sólo sobre un proyecto de tren, pese a las múltiples
evidencias de que se trata de un plan que entraña más que un tren y que
implicará la construcción de polos de desarrollo inmobiliario y turístico en
torno a las estaciones que se tienen previstas en el trayecto por cinco
entidades: Chiapas, Campeche, Tabasco, Yucatán y Quintana Roo.
A
lo largo de un año de manera principal Fonatur con auxilio de la Procuraduría
Agraria han realizado gestiones y presiones frente a los ejidos que deberían
aportar tierras para dichos polos, inclusive han declarado ambas dependencias
que ya han aceptado más de 90 por ciento de los ejidos involucrados. También
han manejado la propuesta de que sean parte de los fideicomisos que al efecto
se formarán y así sean inversores en lugar de vender su tierra. En la lógica de
medias verdades han enunciado en la convocatoria a la llamada consulta
que el proyecto busca el desarrollo integral del sureste de México y la
península de Yucatán a partir de ordenamiento territorial, preservación del
medio ambiente, desarrollo económico inclusivo, bienestar social y la
protección del patrimonio tangible, intangible e identidad histórica de los
pueblos de la región. No hay evidencias de tales derroteros.
Así,
tenemos que en su primera fase, llamada informativa, han realizado su fórmula
de reuniones regionales, a finales de noviembre, donde han explicado a los
asistentes, a quienes denominan genéricamente autoridades, las bondades del
tren.Sin condiciones para diálogos y acuerdos, como señalan, para definir
reparto de beneficios. No se han difundido estudios de impacto ambiental o
dictámenes en torno a los sitios arqueológicos de la zona. Supuestamente,
durante las siguientes dos semanas dichas autoridades deliberarían con sus
comunidades para manifestar su postura los días 14 y 15 de diciembre.
Un
elemento central de la estrategia gubernamental para asegurar el sí o
sí al tren, es la definición del sujeto de derecho destinatario de la
consulta indígena, se les convocó y se agregó: Así como a la ciudadanía en
general de dichos estados, a participar en el proceso de consulta indígena y
jornada de ejercicio participativo ciudadano.
En
consecuencia, “las comunidades indígenas podrán participar en ambas consultas,
como etnia (sic) y como ciudadanos, dijo el titular de Fonatur ( Reforma, 29/11).
Por su parte, Arturo Abreu Marín, delegado federal en Quintana Roo,
señaló: Quienes asistan a la consulta pública que el Instituto Nacional de
los Pueblos Indígenas realizará por el Tren Maya tendrán que radicar en la
comunidad a consultar, sin importar si son indígenas o personas de ojos azules.
Es
importante detenerse en la implicación de este criterio. Costaron muchos años
de lucha de los pueblos indígenas de todo el mundo el lograr el reconocimiento
de derechos colectivos como pueblos, independientemente del paradigma de los
derechos individuales de las personas. Están plasmados en instrumentos
internacionales. Para el caso, el pueblo maya tiene su territorio en las cinco
entidades de la ruta del tren; es en esa zona donde están asentados los
cimientos ancestrales de su cultura, los vestigios arqueológicos y los
ecosistemas que han dado sustento a su relación con la naturaleza. Es a las
autoridades indígenas, no a las ejidales y a la ciudadanía en general, a
quienes debería consultarse de manera central y con quienes de manera realmente
previa debieron acordarse los términos e implicaciones del proyecto.
La
estrategia ciudadana está en curso, los integrantes de Morena y los
gobernadores promueven la participación por el sí porque dicen
que el tren lo promueve su Presidente y traerá empleos y progreso al sureste.
Evidentemente los criterios de cómputo serán cuantitativos. ¿Una comunidad es
un voto y una persona otro? Algunos colectivos, organizaciones como el Congreso
Nacional Indígena y comunidades mayas están definiendo el rechazo al proyecto.
Lo consideran una burla y tienen sólidos argumentos, no estamos ante una
consulta previa, libre, informada ni culturalmente pertinente y seguramente
desplegarán recursos jurídicos y de resistencia a su alcance, pero se enfrentan
a un gobierno que como el federal ejerce un uso desproporcionado de su fuerza
política con el apoyo de los gobernadores. Para ambos casos habrá una sola
pregunta: ¿Va el Tren Maya, sí o no? Quienes han considerado genuina la
voluntad de escuchar a los pueblos indígenas no imaginaron que se preparaba la
estrategia del Tren Maya sí o sí. O con sus traducciones epocales: Va
porque va y me canso ganso. Ojo, que también los pueblos se cansan.
Hasta el fin de semana pasado, las autoridades encargadas del proyecto
del Tren Maya y las comunidades indígenas habían realizado 15 asambleas
informativas, en las cuales las principales demandas de información fueron la
manera en la que participará la población dentro de la operación y sobre el
futuro de sus tierras.
Los días 14 y 15 de
diciembre se realizará en cinco entidades la consulta a la población indígena
sobre si va o no el Tren Maya, aunque las asambleas indígenas y las consultas
continuarán aun después del ejercicio, aseguró el director general del Fondo
Nacional de Fomento al Turismo (Fonatur), Rogelio Jiménez Pons.
El Tren Maya debe tener
legitimidad y la gente debe entenderlo así, como un ejercicio democrático
fundamental, dijo el funcionario en una entrevista. La ciudadanía debe hacer
uso de sus derechos democráticos en esta nueva era del Estado; la población
tiene que confiar y asumir su rol con la participación en las urnas, agregó
Jiménez Pons.
El Fonatur, a cargo del proyecto,
indicó que más de 4 mil 200 personas de la Península de Yucatán recibieron
información como parte del proceso de consulta indígena.
San
Cristóbal de Las Casas, Chis., Pobladores de los municipios indígenas de
Oxchuc, Tenejapa y Huixtán entregaron a organismos de la Organización de las
Naciones Unidas (ONU) una carta respaldada con 7 mil firmas, en la que
expresaron su inconformidad porque el gobierno federal no los ha consultado
sobre la construcción de megaproyectos como el Tren Maya y la autopista San
Cristóbal-Palenque.
Agregaron que el Estado mexicano ha hecho caso omiso
a nuestra oposición y sigue con la destrucción de nuestros territorios.
Aseguraron
que, simulando una consulta, el Estado pretende despojarnos de nuestra
cultura, tradiciones y costumbres, dividiéndonos para lograr el exterminio de
los pueblos originarios. Hasta la fecha sigue la consulta amañada y fuera de lo
estipulado en la normatividad.
Indicaron
que las 7 mil firmas que acompañan a su misiva fueron recolectadas entre
miembros de los pueblos originarios tzotzil y tzeltal de los tres municipios
mencionados, que han recurrido a instancias internacionales de protección
a los derechos de nuestros pueblos.
Precisaron
que el documento fue entregado al Alto Comisionado de la ONU para los Derechos
Humanos, a la Organización Internacional del Trabajo y al Comité para la
Eliminación de la Discriminación Racial.
Aseguraron
que el gobierno federal ha fingido haber consultado a los pueblos
originarios acerca de la construcción del Tren Maya, la autopista San
Cristóbal-Palenque y otros megaproyectos.
Exigieron
ser considerados de acuerdo con leyes nacionales y tratados internacionales y
lo que estas obras implican para nuestros territorios y sus sistemas de
vida.
Por
lo documentado en las asambleas regionales realizadas a fines de noviembre en Quintana
Roo y Campeche, el Consejo Civil Mexicano para la Silvicultura Sostenible
expuso que ve con “preocupación que el proceso consultivo no cumple los
principios marcados por el Convenio 169 de la Organización Internacional del
Trabajo (OIT).
En un pronunciamiento, la organización indicó que dicho
convenio obliga a realizar una consulta previa, libre, informada y
culturalmente adecuada y no sólo enunciativamente, sino en los hechos,
constituyendo una violación a los derechos de las comunidades del pueblo maya,
quienes mediante demandas de amparo podrían promover su judicialización.
La
asociación civil señaló que entre las irregularidades documentadas en la
primera fase de la consulta está el hecho de que el gobierno mexicano no
está buscando el consentimiento previo de los pueblos originarios sobre la
ejecución del megaproyecto del Tren Maya, sino únicamente conocer sus
opiniones.
Además,
sostuvo que la consulta indígena no cumple el principio de ser informada, pues
los datos disponibles sobre el proyecto, sus componentes y montos de
inversión no han permitido ni el análisis ni la comprensión de las
afectaciones de este megaproyecto sobre los territorios y la vida de las
comunidades indígenas. Hubo ausencia de estudios de impacto.
También fue
nula la información sobre los polos de desarrollo e incumplió los
principios de libre, informada y culturalmente adecuada al convocar como
representantes de la comunidad sólo a las autoridades agrarias y locales, lo
que inhibió la asistencia del resto de la comunidad, limitando su derecho.
Conforme al estándar internacional, son las propias comunidades las que deben
designar y asignar sus representaciones para este tipo de ejercicios.
• por Antimio Cruz Bustamante
• 2019-12-11 - 00:00:00
El Tren Maya preocupa porque puede provocar la deforestación de las últimas selvas tropicales de México; modificar los ciclos de las lluvias en zonas donde no hay ríos superficiales; la pérdida de capacidad de recarga de los acuíferos en una región de suelos porosos, y la contaminación del agua por desechos de las nuevas ciudades.
La selva de Calakmul mide un millón 400 mil hectáreas. Equivale a 10 veces el tamaño de la Ciudad de México.
Detrás del Tren Maya se avecina la urbanización de las últimas reservas de cubierta vegetal tropical de México. Nuevas ciudades, desplazamiento de los pobladores originales, uso intensivo de agua y suelo, además de cambios radicales en la temperatura y en los ciclos de la lluvia. Ésas son algunas de las transformaciones que prevén biólogas del Centro de Investigación Científica de Yucatán (CICY) y de la Universidad Autónoma de Yucatán (UADY), basadas en datos y evaluaciones hechas por más de 240 investigadores de diferentes instituciones.
Entre todo lo que se puede argumentar sobre el tren hay un dato que se destaca: los investigadores expresan un “No rotundo” a que el tren impacte a la selva tropical mejor preservada de América del Norte: Calakmul, en Campeche. Esto no debe ocurrir, de ninguna manera, advierten científicas consultadas por Crónica.
Los efectos adversos que se prevén sobre los ecosistemas no son suposiciones abstractas. Se basan en investigaciones que analizan poblaciones silvestres de plantas en terrenos cerca y lejos de la urbanización, llevadas a cabo por más de diez años en la Península de Yucatán, así como por información documentada por las investigadoras Casandra Reyes García, Celene Espadas Manrique y Manuela Tamayo Chim, de la Unidad de Recursos Naturales, del CICY; junto con Alejandra García Quintanilla, de la Unidad de Ciencias Sociales de la UADY.
Las doctoras Casandra y Celene dieron una entrevista a la sección Academia de este diario y explicaron que además del Tren Maya, otros megaproyectos como el boom inmobiliario y turísticos, así como el creciente auge de las granjas porcinas y avícolas, las plantaciones de soya, y también, aunque suena paradójico, los grandes proyectos de energía limpia, como los parque eólicos y solares, están afectando los ecosistemas de esta región.
¿POR QUÉ ESTÁN TAN PREOCUPADOS LOS BIÓLOGOS? Con datos científicos, estas investigadoras plantearon y respondieron una pregunta: “El Tren Maya ¿por qué están tan preocupados los biólogos?”. La respuesta es como una raíz de la que salen numerosos brotes: el tren preocupa porque puede provocar la deforestación de las últimas selvas tropicales de México; modificar los ciclos de las lluvias en zonas donde no hay ríos superficiales; generar la pérdida de capacidad de recarga de los acuíferos en una región de suelos porosos, y contaminar el agua por desechos de las nuevas ciudades.
La lista de señales de alarma se extiende hasta configurar un escenario que puede dejar un saldo negativo para las futuras generaciones: un colapso ecológico o la pérdida irreversible de ecosistemas. La causa: una política desarticulada que no aprecia la manera cómo las comunidades mayas dependen del aprovechamiento sustentable de las selvas, por medio de la agricultura y la apicultura.
“Hace falta una evaluación ambiental estratégica”. Los megaproyectos terminan por comerse a la selva. Lo hemos visto desde hace más de diez años en la Riviera maya. Se forman ciudades nuevas y los menos beneficiados son los pobladores locales”, indica Casandra Reyes, quien agrega que para validar el proyecto del Tren Maya se ha hecho una consulta pública muy corta al interior de las comunidades.
A su vez, Celene Espadas pide enfocar la atención en el recurso hídrico de esta región, ya que “la recarga del acuífero de la Península de Yucatán depende de las lluvias, y las lluvias dependen de grandes extensiones de selva; este servicio ambiental no se podrá compensar con manchones de vegetación que el proyecto contempla. También, la pérdida de vegetación afectaría la diversidad de flora y fauna, y tendría repercusiones en el sector primario; actividades agrícolas y apícolas se podrían ver afectadas, pues los polinizadores perderán extensión de cubierta vegetal y variedad de plantas”.
El CICY es uno de los 27 Centros Públicos de Investigación del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) y sus investigadoras hablan con la autoridad que les da el tiempo, por ejemplo, la observación durante 10 años de lo que ha ocurrido en polígonos o áreas de terreno localizados en diferentes ecosistemas de la Península de Yucatán, cercanos y lejanos a las ciudades.
“Para nadie es un secreto que Mérida es la ciudad que más ha crecido en esta región en los últimos años, y ya es un foco rojo de contaminación del agua y de deforestación de las selvas que la rodean. Eso podría repetirse con nuevos polos de desarrollo”, dice Reyes García.
COLAPSO EN CALAKMUL. El 5 de febrero de este año, Rogelio Jiménez Pons, director del Fondo Nacional de Fomento al Turismo (FONATUR), que es un instrumento del gobierno de la República para promover la inversión turística en el país dijo, sobre quienes se oponen al proyecto del tren maya:
“Es muy fácil decir de repente que no haya desarrollo. No podemos ser a ultranza conservacionistas cuando tenemos tanta miseria; tenemos que crear desarrollo y el desarrollo va a tener afectaciones al medio ambiente, obvio. Pero primero va la gente. No ganamos nada como país con tener jaguares gordos y niños famélicos; tiene que haber un equilibrio. Sí tiene que haber jaguares bien comidos, pero con niños robustos y educados y capacitados. Ése es el tema: muchas veces va a implicar afectar el medio ambiente, pues remediemos las afectaciones... ¿Cuál es la razón finalmente que un santón de la ecología lo quiera parar? Yo no lo entiendo a no ser que sea de intereses”.
A partir de estas declaraciones las científicas del CICY y de la UADY consideraron mucho más importante difundir las razones por las cuales los investigadores están preocupados por el impacto que el Tren Maya pueda tener sobre la selva del sureste mexicano, y las consecuencias de esto sobre el bienestar de todos.
En un artículo publicado en el mes de junio, en la revista Desde el herbario, del CICY, el grupo de investigadoras integrado por Reyes García, Espadas Manrique, García Quintanilla y Tamayo Chim explicó claramente que su preocupación es que al entrar el tren a la Reserva de la Biósfera de Calakmul y darle conectividad con el turismo masivo de Cancún y la Riviera Maya, esto pueda derivar en un colapso ecológico.
“Un colapso ecológico se define como una situación donde el ecosistema sufre una serie de cambios irreversibles que afectan a gran parte de sus organismos y resulta en una extinción masiva. Este colapso ecológico no sólo compete a la flora y fauna del lugar, sino que repercute directamente sobre todos los seres vivos, incluyendo los humanos, que nos beneficiamos de los servicios que la selva nos brinda. Son estos servicios los que no se han valorado en las sociedades occidentales actuales y que requieren ser visibilizados y señalados ante declaraciones como la arriba citada”, expresa el artículo firmado por las cuatro científicas residentes en la Península de Yucatán.
AGUA Y SUELO. Es muy importante aclarar que no toda la zona donde pasará la ruta del Tren Maya es zona de conservación, de hecho, la mayor parte de la Península de Yucatán está dedicada a usos agrícolas o silvícolas. En esos casos, es importante observar que muchas comunidades mayas han aprendido a hacer un aprovechamiento sustentable de los ecosistemas pues, como indica la doctora Casandra Reyes, las comunidades mayas que habitan en estas selvas practican un sistema de aprovechamiento, como el de roza, tumba y quema, que ha sobrevivido desde antes de la conquista española.
“Siendo que el suelo en la Península no es muy rico, los nutrientes que utilizan para la agricultura provienen de los materiales que genera el bosque y la selva. No estamos pidiendo que no se toque nada, ése es un dilema falso, lo que argumentamos es que se permita a las comunidades seguir aprovechando sus recursos como lo han hecho. Y si se les puede apoyar se debe hacer para que tengan mejores organizaciones de trabajo o en mejorar procesos, como el envasado, etiquetado y exportación de miel, a la que se dedican miles de familias”, explica Reyes García quien subraya que no se trata de no tocar la selva sino, al contrario, no quitarle la selva a quienes ya la están usando en formas de bajo impacto.
Retomando el tema del posible impacto de los megaproyetos de infraestructura sobre ésta, el suelo y el agua, la doctora Reyes pide a las personas recordar que las características del suelo y la roca de la Península de Yucatán favorecen que el agua de lluvia se infiltre rápidamente, pero también todo lo que vierte en la superficie.
“El acuífero de la Península es muy importante y se caracteriza por su porosidad. Esto permite que se infiltre todo lo que cae en la superficie, tanto agua limpia de lluvia como hidrocarburos, plaguicidas y desechos de las ciudades. En esta región se han identificado muchas fuentes de contaminación, no hay buenos sistemas de drenaje y las fosas sépticas en las ciudades no cumplen con los estándares para la correcta filtración. A esto hay que añadir que en las grandes ciudades del sureste sólo se trata, parcialmente, el 60% de las aguas residuales de las granjas. Esto significa que nuevos asentamientos pueden generar más focos rojos de contaminación y deterioro en la calidad del agua, como ya se observa en la ciudad de Mérida”, añade la experta consultada.
La doctora Celene Espadas también dedica unos minutos a explicar que la recarga del acuífero de la península de Yucatán depende de las zonas más lluviosas ubicadas en el municipo de Calakmul, el proyecto del Tren maya podría no sólo afectar la vegetación y la biodiversidad —que es grave— , sino también provocar cambios en los ciclos de la lluvia y con polos de desarrollo, un aumento en la temperatura.
“De manera puntual, nos preocupa la lluvia, que es uno de los servicios ambientales más importantes que los habitantes del sureste recibimos de las selvas. Dependemos del agua subterránea y de su calidad, que está supeditada a las actividades humanas que se realicen en esta región”, Espadas Manrique.
En cada afirmación se presenta una idea en común: el problema no es sólo el Tren maya, sino la urbanización desordenada que puede acompañar a ese proyecto y que ya se vio en otros planes gubernamentales de desarrollo de zonas, como Cancún y la Riviera Maya.
“Lo que volvemos a decir los biólogos es un ‘No rotundo’ a que se toque la selva de Calakmul porque esta península depende de su vegetación, de las lluvias y de su efecto regulador de la temperatura. Experimentos de varios años han demostrado que los árboles reducen hasta 10 grados celcius la temperatura en donde están presentes. Si ese efecto amortiguador se rompe tendremos efectos en los ecosistemas, en los sistemas de producción y en la calidad de vida de las comunidades”, concluye Celene Espadas.
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