No es tren



NO ES EL TREN
Y NO ES MAYA


Ante a las múltiples declaraciones y los actos políticos cada vez más frecuentes del presidente y otras autoridades, distintas voces críticas han alertado sobre las posibles afectaciones en caso de concretarse el recién denominado Desarrollo Integral Territorial y Urbano de la Región Sureste de México-Corredor Regional Tren Maya. 

El pasado 27 de junio en el marco del Taller por la Defensa de los Territorios que organiza la Dirección de Etnología y Antropología Social (DEAS) del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), se presentó el informe Impactos sociales y territoriales del Tren Maya. Miradas multidisciplinarias.1

En el informe se realizó una primera evaluación de las posibles consecuencias que pueden derivarse de implementar el ordenamiento territorial y “promover el patrimonio cultural”. 

En específico, se advierten dos riesgos: 1) la desintegración de las comunidades y su relación ancestral con el territorio; 2) la patrimonialización-folclorización-mercantilización- cosificación de la cultura. 

En un contexto en que ha preponderado el número o la mayoría —como destacan las autoridades sobre el beneplácito de las comunidades al proyecto y la próxima consulta—, un objetivo central fue ahondar en el sentido de las razones y en la fuerza de los argumentos de aquellos con una mirada distinta.

Frente al nuevo ordenamiento territorial es preciso advertir que este proyecto, a la vez que implica la deforestación de la selva, la venta de tierras, el cambio de uso de suelo y la especulación inmobiliaria, conlleva la penetración de una lógica mercantil que cosifica el territorio y la cultura, privatiza la tierra y la vida, violenta las propias formas de valoración mayas. Esta lógica entra en contradicción con los propios principios de asentamiento y vivienda de las poblaciones, con el modo en que los pueblos se relacionan con la tierra y las semillas, y con las formas de trabajar y hacer comunidad.

A partir de las estaciones del tren y la construcción de nuevos centros urbanos se prevé consolidar nuevos polos donde se propicie un “desarrollo integral regional, territorial y urbano de la región sureste de México”. 

Se contemplan 15 estaciones y la edificación de nuevos asentamientos de los cuales 70 por ciento será área verde y 30 por ciento urbanizado, bajo la premisa de “preservar el patrimonio natural y cultural de la región”.2 Desde la perspectiva gubernamental este proyecto desembocará en un desarrollo socioeconómico de la región y de las comunidades locales basado en un nuevo ordenamiento territorial y el paradigma del turismo sostenible e incluyente. 

Según esto, el aprovechamiento del potencial turístico traerá una derrama económica, empleos, distribución de la riqueza y crecimiento de infraestructura de servicios para los habitantes de la región.

Es oportuno preguntarse por los riesgos implicados en un modelo que prepondera el turismo como eje de desarrollo y busca integrar los centros urbanos y turísticos con las comunidades rurales y campesinas más allá de la perspectiva gubernamental.

Los actuales mayas son depositarios de un conjunto de saberes configurados históricamente que han hecho posible no sólo la continuidad de su cultura, sino también la cadena de la vida; estrecho vínculo entre la biodiversidad de la región con el cuidado del territorio y las propias formas de valoración de las comunidades, que se constatan en las concepciones y las relaciones que establecen en torno de la milpa, los huertos, el monte y la selva, y los cuerpos de agua. Lo cual es patente en sus formas de vivienda y patrón de asentamiento, integrando la casa (con técnicas de construcción antiguas) con el huerto, y el manejo de la tierra a través de sistema rotativo de tumba-roza-quema y el cuidado del monte y la selva.

Además de esta concepción del territorio es fundamental la valoración del maíz y particularmente de la práctica de “hacer milpa”. 

Destaca el conocimiento sobre el maíz, nombrado ixim en maya —“seno de mujer”—, en particular, su ciclo, tipos, colores, tiempo y maduración. 

Sin duda, el maíz además de constituir la base de la alimentación, genera identidad y comunidad arraigadas en una compleja cosmología. 

Sobre la tierra, refiere Alfredo Tum Cux, campesino y apicultor de Bacalar: “Nuestros abuelos nos enseñaron que la tierra hay que cuidarla, hay que respetarla, porque de ahí vienen nuestros alimentos ¿no? y nosotros respetamos la tierra como nuestra madre, porque una madre es la que cuando nace el hijo es quien le da el pecho, quien le alimenta, todo. Entonces mejor para nosotros vivir en nuestras tierras, nuestra madre, le cultivamos, nos da de comer, le ponemos semilla y nos regresa en abundancia ¿no? Y en el final de los tiempos del paso aquí en la tierra ¿Dónde vamos a dejar el cuerpo? La tierra nos cobija otra vez”.

Frente a un entramado de proyectos de despojo, al que ahora se suma el “Tren Maya”, las comunidades defienden su tierra y su manera de vivir entre un nudo de tensiones y contradicciones. Han cuidado las semillas nativas ante los transgénicos, procurando el “corazón y don del maíz, “hacen milpa” frente a los monocultivos y defienden este saber ante el “maíz-producto”; siguen el sistema roza-tumba-quema ante el sistema mecanizado y cuidan de las abejas y de la practica ancestral de la apicultura ante los agrotóxicos que envenenan la tierra y desintegran la vida.

Con la puesta en marcha del capital bajo un “rostro humano” y con todo el aparato del Estado, a través de este proyecto se busca configurar un nuevo ordenamiento donde los pueblos se vuelquen al turismo y provean con su fuerza de trabajo las nuevas ciudades, entregando su tierra como “socios” y abandonando el campo o cambiando su relación ancestral con la tierra y sus formas de organización comunitaria que los hacen autónomos. 

Se fincarán empresas responsables del capital, intereses y mantenimiento de las nuevas ciudades, que como dicta su razón de ser, procurarán la mayor ganancia. Empresas que buscan negocios rentables mediante un turismo “sustentable y ecológico” pero que se sustenta en el mismo principio: apropiación del territorio para la venta de bienes raíces, la construcción de hoteles y espacios recreativos, introducción de monocultivos, deforestación y generación de energía. Todo orientado a proveer las múltiples demandas del turismo y recreación de escenarios “lindos, ecológicos y orgánicos” para los visitantes con alto poder adquisitivo.

Cabe terminar preguntándonos con Víctor Toledo, el actual titular de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), si este proyecto, tal cual se está encaminando hasta ahora, corresponde a “un proyecto alternativo al modelo neoliberal, desde abajo y para todos”, un ‘Plan Maya por la Vida’, con una planeación participativa y así impulsar un turismo controlado, diverso y alternativo, basado en las potencialidades y limitaciones de cada región”.











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