Necropolítica












Los medios de comunicación británicos e internacionales 
informaron hace unas semanas de que trabajadores “de Europa del Este” están siendo trasladados al Reino Unido y otros países europeos, como Alemania, para realizar un trabajo “esencial”, como recoger frutas y verduras en grandes huertas industriales.

Pero esta noticia, sin embargo, ha caído en saco roto. Hasta el momento, no ha habido un amplio reconocimiento público de la esencialidad de su trabajo. A diferencia de otros trabajadores esenciales de primera línea —sobre todo el personal sanitario que ha sido pública y políticamente alabado como héroes de nuestro tiempo—no habrá aplausos para los trabajadores agrícolas.

Algunos medios ni siquiera mencionan los países específicos de su origen, como Rumania y Bulgaria.

En el debate público, estos trabajadores no son siquiera personas con nacionalidad, son solamente cuerpos transportados en aviones charter desde las regiones pobres de “Europa del Este”.

Debemos preguntarnos por qué algunos trabajadores se convierten en héroes y otros no. ¿Qué se persigue realmente a través de los discursos públicos y políticos que se han activado durante la crisis de covid-19, aquellos discursos que diferencian vidas y profesiones, entre aquellas que merecen el calificativo de héroe y las que no? 

Cuando reconocemos el acto de alguien como heróico, diferenciamos activamente entre esa persona y nosotras, el resto de personas, las no heroínas. Tal tipo de acción heróica va más allá de las formas normales de comportamiento presupuestas cuando se asegura el bienestar propio; en cambio, implica una gran cantidad de sacrificio personal en beneficio de los demás. Ahora, ser heróico es ser desinteresado : supone tomar riesgos, exponerse al coronavirus para salvar otras vidas. 

Sin embargo, cuando tal comportamiento se generaliza, las dimensiones heroicas pierden sus poderes míticos y se vuelven mundanas. En otras palabras, si todos somos héroes, ninguno de nosotros lo somos en absoluto. En nuestra sociedad neoliberal basada en la competencia, la clase política evoca y apoya el nombre de una heroína cuando es necesario ocultar las formas existentes de poder y de explotación, alabando a algunas trabajadoras y olvidando sistemáticamente al resto. Así lo vemos en la glorificación pública y política de las trabajadoras de atención médica de primera línea, y una mayor marginación o abandono de otras trabajadoras de primera línea, como las agrícolas, el personal de limpieza, el personal del taller, barrenderos o mensajeros. 

En lugar de participar en el discurso que ensalza el heroísmo, es importante volver a considerar nuestra vida económica, social y política de una manera más inclusiva, participativa y solidaria. Esto requiere una confrontación inmediata y directa con los sistemas políticos y económicos que estructuran nuestras vidas, tanto personales como laborales, para trascender los gestos meramente individuales, como pueden ser las campañas públicas de aplausos. 




Llamar heroínas a las sanitarias de primera línea y glorificar su sacrificio en nuestra lucha colectiva contra el coronavirus oscurece el contexto político más amplio.

¿Qué es lo que hace que su sacrificio sea particularmente extraordinario? ¿Es la ausencia de los suministros médicos básicos, como el equipo de protección personal, o sus largas jornadas de trabajo? ¿Es el personal jubilado o los estudiantes que intervienen para llenar las brechas cada vez mayores en los sistemas públicos de salud?

Al centrarnos en el “heroísmo” de tales acciones, perdemos de vista el contexto más amplio y la negligencia política sistemática de los sistemas nacionales de salud y seguridad social. En el Reino Unido, en la última década de políticas de austeridad inhumanas, el Sistema Nacional de Salud (el famoso NHS) ha sufrido un enorme asalto político e ideológico, y continuos recortes presupuestarios impuestos por el Gobierno Conservador.

Irónicamente, esta retórica cambió drásticamente con la actual pandemia de coronavirus. El Primer Ministro del Partido Conservador, que una y otra vez maldijo al NHS, e incluso aplaudió felizmente la decisión del Parlamento de no aumentar los salarios de las enfermeras, ahora, al haberse recuperado del coronavirus que lo dejó hospitalizado en la unidad de cuidados intensivos, admite que “debe su vida al NHS”. De hecho, el momento no podría haber sido más oportuno para centrarse en el heroísmo del NHS para olvidar el entorno constituido políticamente que hace que el trabajo de los trabajadores de atención médica de primera línea parezca heróico.


Incluso la mayoría del público británico, que votación tras votación ha otorgado poderes ejecutivos a los conservadores, y por tanto también votó por el asalto sistémico al NHS, respalda contradictoriamente el heroísmo de las trabajadoras sanitarias. A pesar de todo lo que no hemos hecho para protegerlas, estas trabajadores son nuestras heroínas ahora. En medio de una pandemia mundial la necesidad de su trabajo es algo que todos podemos comprender.

Fácilmente sentimos nuestra propia vulnerabilidad ante el virus y, por tanto, podemos ver claramente el vínculo entre nosotros y estas trabajadoras de la salud y cuán fundamentales son para que podamos persistir, aún más en las terribles condiciones que, como sociedad, hemos generado para que puedan enfrentarse a la pandemia. Lo menos que podemos hacer ahora es aplaudirlas para mostrar nuestro agradecimiento, particularmente los jueves por la noche en el Reino Unido, y todos los días a las 20h en España, cuando se supone que la nación celebra la unidad en nuestra lucha colectiva contra el coronavirus. 

Desafortunadamente, nuestra ovación colectiva ayuda muy poco a las sanitarias agotadas. Al respaldar su heroísmo en la lucha contra el coronavirus, en realidad las elogiamos por perseverar a pesar de la peligroso del entorno y unas condiciones de trabajo pésimas. No están haciendo nada malo, sus esfuerzos son realmente admirables, pero es probable que su trabajo real, así como su vida personal, no mejoren si no nos enfrentamos ferozmente a la política económica actual.

Sin embargo, esto hasta ahora no se ha abordado en el discurso público. En cambio, nombres y fotografías, breves historias de vida de las trabajadores del NHS “caídas en nuestra lucha colectiva contra el covid-19” aparecen en los medios .

Fue el coronavirus lo que las mató y en ningún caso las políticas de austeridad fiscal y privatización de la atención médica impulsadas por gobiernos conservadores. El sacrificio de unas pocas se justifica por el bienestar de todas. La opinión pública parece ser que, si esto sucediera de nuevo, fuésemos a confrontar el problema de la misma forma, ya que tenemos un ejército fiel de trabajadoras sanitarias que, sin perjuicio alguno, cuidará sin descanso de nosotras. Este es el sacrificio egoísta de unas pocas para que el resto pueda permanecer igual, inmóvil. 


Por otro lado, los denominados “Europeos del Este”, trasladados desde sus países con menos casos de COVID-19 para asegurar la producción agrícola en Europa occidental a cambio de salarios mínimos, no se consideran dignos de atención pública. No son héroes.

No es su vocación, la nobleza de su profesión o la esencialidad de sus habilidades técnicas lo que les hace elegir los trabajos que emprenden. En el contexto económico y político de Europa, en el que las redes transnacionales de trabajadores migrantes son necesarias para la rentabilidad y la sostenibilidad de la industria agroalimentaria, tienen muy pocas opciones más que entrar en este trabajo infravalorado por necesidad económica.

Su sacrificio no es impulsado por la necesidad colectiva de superar una crisis sino por la desesperación individual.  

El sentido común nos dice que recoger vegetales no es algo que requiera una habilidad específica. Por el contrario, los trabajos que necesitan la capacidad física para realizar labores agrícolas manuales podrían ser realizados fácilmente por muchos ciudadanos británicos.

 Sin embargo, incluso en tiempos de crisis, hay poca voluntad de hacerlo; hay otras personas que realizarán estas tareas, y los británicos que, pueden llegar a estar dispuestos a hacer este trabajo, expresan su conmoción por las condiciones de trabajo prevalecientes. Sin embargo, el problema no es que algunos trabajadores, como las migrantes, no tengan más remedio que aceptar esas condiciones de trabajo, sino que los trabajadores británicos perciban que necesitan algo mejor; después de todo, no son trabajadores migrantes pobres.

Aunque no se exprese explícitamente, esto implica que las vidas de estas personas son menos significativas que las de la población británica, porque son simplemente “europeos del este” y la población general británica puede olvidar fácilmente el hecho de que lo harán a pesar de la pandemia. Y pueden morir haciéndolo, porque ya no están vivos (cuerpos sin nombre, sin nación, enviados a nuestro país en vuelos chárter) y se han establecido en alojamientos supervisados ​​distantes y “seguros”. Obtienen el dinero por el que han venido y, nosotros, comemos los productos que han recolectado, ¿qué tiene de malo?   

Si apartáramos la vista de la compensación monetaria, veríamos a estos trabajadores “de Europa del Este” como algo extraordinario: vienen a salvarnos de nuestra propia complacencia de explotación rampante en la industria agrícola y de nuestra falta de voluntad para realizar un sacrificio colectivo. Y no son solo ellos : también lo son otros trabajadores de primera línea, como personal de limpieza, personal de taller, recolectores de basura o conductores de reparto, quienes se ven igualmente obligados a trabajar en condiciones peligrosas, pero ni son ni serán aplaudidos. 


Porque llamar heroínas a las trabajadoras del campo u otras personas que realizan tareas esenciales podría llevarnos al equívoco. Al igual que las trabajadoras del NHS, las “europeas del este” no son heroínas. No hay nada heroico en poner en peligro involuntariamente la propia vida para mejorar individualmente las condiciones creadas por la sociedad neoliberal que prospera consumiendo y desechando vidas.

En otras palabras, en nuestras sociedades neoliberales donde los gobiernos han erosionado sistemáticamente las condiciones laborales, todas los trabajadoras de primera línea precarias tienen que soportar diferentes formas de explotación laboral. Y debido a que todas estamos expuestos a esta dinámica, no podemos glorificar estas condiciones. Por lo tanto, ninguna de nosotras somos heroínas, no hay nada de extraordinario en nuestra lucha por la supervivencia. Es solo una forma más primitiva de enfrentarse con las condiciones sistémicas con el fin de hacer de nuestras vidas algo más llevaderas y habitables. 


En el contexto actual del covid-19 y los múltiples desafíos que se nos presentan, en vez de adoptar un lenguaje heroico —que es un instrumento para ocultar la relación de explotación social y política— públicamente y de forma individual, como pensadores y trabajadores, debemos pensar en las relaciones de poder más profundas que nuestro sistema nos impiden ver. En lugar de simplemente aplaudir a aquellas trabajadoras que están siendo sacrificadas para llenar los vacíos creados por decisiones políticas, tenemos una imperiosa necesidad por construir una memoria colectiva que no se subsuma a los intereses de la clase política dirigente, que no quiere que nos reconozcamos como explotados bajo su lógica neoliberal. Deberíamos reflexionar sobre cómo estas acciones simbólicas sirven a los intereses de las élites políticas y las divisiones que crean. En otras palabras, debe haber movilización contra la glorificación política de la explotación y el sacrificio de las trabajadoras. ¿Qué podría significar esto en la práctica?

Frente a formas pasivas de solidaridad ambigua, formas de intervención más activas e inclusivas implicarían apoyar y participar en nuevos métodos de acción colectiva que reflexionen y aprovechen las contradicciones políticas que el covid-19 ha puesto de manifiesto.

Durante la pandemia, se produjo una ola de huelgas en todo el mundo y, sin embargo, no estamos informados sobre sus posibles lecciones :

que algunos trabajadores no han comprado discursos hegemónicos de heroísmo que los empujan a arriesgar su seguridad personal en espacios mal condicionados de su actividad profesional.

En el caso del personal sanitario, el caso más destacado ha sido el de 4.000 enfermeras en Papua Guinea que protestaron contra su gobierno por no tomar las medidas adecuadas para abordar la pandemia de manera efectiva. Se han producido luchas similares en Zimbabwe, Malawi , Bangladesh o los EE.UU. Y se han producido amenazas de huelga en Reino Unido, China e Indonesia. Estos casos destacan una negativa colectiva a seguir una idealización política de las trabajadoras sanitarias como heroínas ciegas, y expone aún más las contradicciones de los discursos neoliberales que las tratan simultáneamente como mártires nacionales y asalariados cuyas condiciones de trabajo son solo un costo contable.

Sus luchas plantean una pregunta pertinente al resto de la población: ¿estaría dispuesto a aplaudir a aquellas trabajadoras que se niegan a salvar nuestras vidas porque quieren preservar las suyas?

La respuesta es que no solo debemos aplaudir por ellas, sino apoyarlas activamente en su lucha por mejores condiciones de trabajo y una vida mejor.

El momento actual de crisis abre un repertorio de solidaridad activa con nuestras compañeras y conciudadanos, y deja al descubierto que necesitamos extender las redes de solidaridad para enfrentar la pandemia más allá del sector de la salud. Entendiendo la condición de las trabajadoras sanitarias no de manera aislada, sino de una forma más amplia y sistémica, deberíamos preguntarnos si también estamos seguras y si nuestros gerentes/supervisores se han asegurado de que nuestras vidas no se pongan en peligro de manera imprudente para garantizar la actividad empresarial.

Como hemos visto en otros contextos, este tipo de desafío directo al tratamiento neoliberal de la pandemia también ha producido una ola de huelgas en empresas de transporte y logística como Amazon, trabajadores privados y de transporte, sitios industriales o de fabricación.

Si no estamos en tales condiciones, aún podemos pensar en las formas de apoyar a otras trabajadoras que sabemos que han estado en peligro, como los trabajadores de supermercados, dependientes de tiendas, limpiadores de calles, etc., y condenar a los gerentes públicamente o incluso legalmente por sus abusos.


La pandemia actual y los bloqueos han generalizado la precariedad y decenas de millones de trabajadoras corren el riesgo de ser despedidas.

Una acción consciente y solidaria no permitiría a los gobiernos implementar políticas neoliberales que adopten medidas individuales de gestión de riesgos. Debemos avanzar en políticas que reviertan las preocupantes tasas de desempleo, desigualdad y pobreza que la actual gestión de crisis neoliberal está generando en todo el mundo. Por lo tanto, en primera instancia, los partidos políticos de izquierda deberían presionar a los parlamentos y al ejecutivo para que aprueben leyes laborales que establezcan límites al poder de las empresas para despedir a sus trabajadoras bajo la crisis económica actual, y establecer procedimientos para, en caso de que sea necesario, detener temporalmente el contrato de trabajo para que, después del cierre, se garanticen los derechos laborales tanto como sea posible.

En segundo lugar, durante la pandemia (y posteriormente) todas las trabajadores que hayan perdido su nivel salarial, o aquellas que hayan sido despedidas deberían recibir subsidios al desempleo o cualquier tipo de ingreso básico incondicionalmente. Este último podría parecerse ligeramente a la estrategia que el ejecutivo del PSOE y Podemos ha intentado consolidar. Aunque estas medidas distan de ser suficientes, al menos apuntan en la dirección correcta : debemos socializar el impacto económico y asegurarnos de que la solidaridad vaya más allá de las vacilantes actuaciones públicas de reconocimiento por las sacrificadas, y conduzca a una intervención política real y efectiva. Las políticas fiscales progresivas sólo son posibles con una mayor coordinación entre los gobiernos, los bancos centrales y otros gobiernos, de modo que los posibles picos inflacionistas se extiendan entre tantos territorios nacionales como sea posible. Tal coordinación internacional parece comenzar a tomar forma entre España, Francia, Italia y Portugal, que exigen una política fiscal y monetaria más coherente a la Unión Monetaria Europea para evitar la 'extinción', aunque la última sentencia del Tribunal Constitucional Alemán pone todo en entredicho.  

A un nivel más radical, la crisis de covid-19 nos presenta una oportunidad histórica para desafiar las divisiones de trabajo en cuestión de género y racialización que devalúan el trabajo social reproductivo, incluido, entre otros, los trabajos de cuidados.

En este contexto, debemos politizar las condiciones y las recompensas en las que se llevan a cabo estos trabajos, incorporando o desvinculando de la lógica monetaria según fuera necesario, fomentando a su vez  la rotación de manera inclusiva y consensuada.

Con el fin de conocer el valor de otras tareas en la reproducción de la vida, por ejemplo, aquellos funcionarios públicos que tienen menos carga de trabajo debido a la actual crisis, o el progresivo desarrollo de la Inteligencia Artificial que reduce el trabajo administrativo, una parte del personal administrativo podría ser transferidos para realizar actividades de cuidado para personas dependientes, o apoyando o sustituyendo las  trabajadores precarias en el lugar de trabajo (por ejemplo, personal de limpieza, personal de cocina) , o participando en la promoción de nuevas actividades formativas y de apoyo a ciudadanos desempleados y marginados que tienen dificultades para sobrevivir en el mercado laboral.

Esto también podría aplicarse a otros sectores económicos, para que mejorásemos los valores democráticos y solidarios de nuestra sociedad. Por supuesto, esto debe surgir solo después de importantes debates en el lugar de trabajo, en diferentes sectores, a escala nacional, regional e internacional. Pero la ética subyacente apunta a una pregunta que debemos considerar como seres humanos que viven en el capitalismo actual: ¿cómo podríamos comportarnos y participar en una sociedad de diferentes maneras para priorizar la diversidad en lugar de la especialización, aumentando las posibilidades de entender y vivir como el ' otro'? 

En el momento actual de ruptura social y política, particularmente cuando el nombre de un héroe es evocado y apoyado por la clase política para oscurecer las formas existentes de poder y explotación en nuestras sociedades neoliberales, debemos estar atentas para no dividir nuestro sociedad en heroínas, aquellas que no son dignas de ese nombre, y el resto de nosotras que aplaudimos a algunas pero no a otras.

Porque no deberíamos alabar el sacrificio político que se enmascara bajo el nombre de una heroína particular y, en su lugar, deberíamos celebrar la vida digna que todas merecemos tener, desde aquellas trabajadoras sanitarias a las agrícolas que, conscientemente o no, se esfuerzan por lograrlo. 




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