Mujeres de Agua

Máxima Acuña Atalaya (1970) es una agricultora y defensora ambiental peruana. Conocida por su lucha contra el megaproyecto minero Conga de propiedad de Newmont Mining Corporation y Compañia de Minas Buenaventura, por lo que recibió en abril de 2016 el Premio Medioambiental Goldman.



La escasez de agua
recae sobre las mujeres
en América Latina

Cuando el agua falta, las principales perjudicadas son las mujeres, que se han erguido como defensoras de los territorios y los ríos en algunas regiones de América Latina. Son también las que más se benefician de los programas de potabilización o de suministro de cisternas.

América Latina es la región con más fuentes de agua en el mundo; sin embargo, existen 36 millones de personas que todavía carecen de acceso a agua potable, según datos del Banco Mundial. El terrible impacto que esto supone para las comunidades, sobre todo en las áreas rurales y empobrecidas, recae, fundamentalmente, sobre las mujeres.

Son las mujeres las que deben afrontar el reto diario de llevar agua a las casas. Una de ellas, que prefiere guardar el anonimato, explica que antes un pozo cercano suministraba agua para todos; ahora, el pozo “se secó de la tristeza”, dice melancólica; la palma requiere mucha agua: entre siete y diez litros por día y palma. Así que muchas mujeres deben caminar varios kilómetros hasta la represa, para recoger el agua, que transportan sobre sus cabezas en pesados baldes de veinte litros.

En algunos barrios, ni siquiera llega el agua sucia de la represa, porque las precarias tuberías se rompieron hace más de un año y el Estado se olvidó de arreglarlas. La combinación de sol y falta de agua ha provocado un aumento de enfermedades renales y digestivas, además de las enfermedades en la piel y las infecciones vaginales que sufren.

En Brasil, el programa Un Millón de Cisternas cambió sus vidas cuando obtuvieron una cisterna con capacidad para almacenar 16.000 litros de agua de lluvia.

El diagnóstico es unánime: el acceso a agua potable mejora la vida de las mujeres, disminuye las enfermedades y facilita la mejora de ingresos de las familias. Sin embargo, los Estados latinoamericanos siguen sin mover ficha, y dejan las necesarias inversiones en manos del sector privado o de la cooperación internacional.

Las mujeres también se han consolidado como las principales defensoras de los ríos y las fuentes de agua frente a los megaproyectos extractivos que, como sucede con la minería a cielo abierto y las grandes represas, amenazan con contaminar el agua o cercar los río.








honduras

El mortal costo de defender

el medio ambiente

en la Honduras de Berta Cáceres

 

Matan a Berta Cáceres,

la activista que le torció la mano

al Banco Mundial y a China





10 marzo 2016



Al menos 109 activistas del ambiente y la tierra hondureños fueron asesinados entre 2010 y 2015, según Global Witness la ONG con base en Londres y Washington, que investiga abusos contra los derechos humanos.



Infierno. Esta es la palabra que describe la situación que están pasando los activistas ambientales de América Latina. Las crecientes cifras de asesinatos de defensoras y defensores ambientales en América Latina son alarmantes.

En Honduras, solo pasaron cuatro meses de la muerte de  Berta Cáceres para que una nueva lideresa ambiental apareciera asesinada.

Esta vez fue Lesbia Urquía, de 49 años y madre de tres menores, quien también formaba parte del Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras y que enfrentó a la construcción de la represa hidroeléctrica Aurora en el municipio de La Paz.










Ana Mirian Romero:

rostro y voz de lucha

 

VIDEO: clic en la imagen de arriba


“Me tomaron por el cuello. No entendía qué pasaba, por qué 30 policías llegaban a la casa gritando y golpeado a mis hijos y a mí. ¿Qué hicimos para que destruyeran todo?”. Revivir esa escena del 24 de octubre de 2015, le duele a Ana Mirian Romero, ella, una mujer indígena Lenca no entiende cuál fue su delito, qué hizo para merecer tanta violencia.

Ana Mirian con tan sólo 29 de años, es parte del Movimiento Indígena Lenca Independiente de La Paz, Honduras (Milpah). Su comunidad “El Volcán” está entre las frondosas montañas del municipio de San Elena, en el departamento de La Paz, una región rica en bosque y agua, muy cotizada para la instalación de proyectos extractivos. 

Por más de una década, Ana Miriam junto a su esposo Rosario Vásquez Pineda, se han opuesto activamente a la instalación de los proyectos hidroeléctricos Los Encinos, Aurora I y Aurora II, propiedad de la actual vice presidenta del Congreso Nacional (2014-2018), Gladis Aurora López

Ana Mirian lleva 7 años protegiendo su territorio y, sobre todo, las aguas del río Chinacla del cual depende la población Lenca. “Nos acusaron de que teníamos guardadas armas, dinero y droga, lo que no es cierto”, cuenta Romero a Mongabay  desde Dublín (Irlanda), ciudad a la que viajó para recibir el “Premio Anual 2016 de Front Line Defenders para Defensores/as de Derechos Humanos en Riesgo”.

“Por milagro de Dios he quedado viva, yo he sentido que me iba a morir”, confiesa Romero, mientras nos recuerda que desde el golpe de Estado que asoló Honduras en 2009, el gobierno de turno se ha concentrado en beneficiar a las mineras y empresas hidroeléctricas.

Sin embargo,  Romero no se siente sola. Advierte que son 8 mil indígenas los que luchan día a día por sus derechos al territorio en cada rincón de Honduras. “Luego de la muerte de Berta Cáceres ha cesado la presión, porque los países de fuera han protestado por los derechos humanos y han presionado”.
















brasil






  












república

dominicana













bolivia





“…se aprobaron todos los informes de comisiones hasta cuando comenzaron los enfrentamientos desde grupos apostados en los cerros contra los campesinos y originarios indígenas que llegaron a resguardar nuestra sesión también en las laderas.

Ahí, las organizaciones campesinas nos protegían. Se quiso suspender la sesión pero la mayoría determinó que frente al sabotaje, se continúe hasta las 20 pm. …se terminó aprobando todo el texto, la estructura de todo lo que se leyó y se tomó esta decisión por seguridad aprobándose en grande todo el contenido de fondo…

A las 21 pm ya sabíamos que había un muerto. Sabíamos también que no sólo eran petardos sino bombas verdaderas Molotov Dinamitas y armas entre los grupos que trataban de impedir a toda costa la reunión.  Cuidados por los policías, nos sacaron a las 3 de la madrugada cuando se calmaron las agresiones y la violencia. Fuimos evacuados. La Policía llegó a resguardarnos y nos protegió todo el día alrededor del edificio donde sesionábamos.

Salimos por senderos, evacuados hasta Yotala donde había un bloqueo de caminos y gasificación. Mientras se dispersaban escapamos hacia Potosí….”


testimonio  :   dra. delgado / constituyente
especial para www.katari.org




guatemala
agua y trabajo explotador a cambio de sexo

Hace apenas quince años, la región del Petén, al norte de Guatemala, era pura selva. Llegó entonces el Grupo HAME, propiedad del terrateniente Hugo Alberto Molina, y el Petén se convirtió en la punta de lanza de la expansión del monocultivo de palma de aceite en el país maya. La empresa se hizo tristemente famosa cuando, en el 2015, se supo que era la responsable directa del ecocidio en el río La Pasión, en el municipio de Sayaxché.

Unos 150 kilómetros del río La Pasión resultaron contaminados por el malatión, un plaguicida utilizado para eliminar moscas en la fruta de la palma, y provocaron una enorme mortandad de peces. Pese a las probadas irregularidades, la compañía sigue funcionando sin monitoramiento alguno.

En la comunidad de San Juan de Acul, la mayoría de la gente se baña, cocina e incluso bebe de esa agua, aunque bien saben que está contaminada. No les hacen falta estudios: se lo dice el cuerpo con vómitos, fiebre, picazón y enfermedades en el estómago y la piel. Pero no hay ninguna otra fuente de agua, y el Estado les negó incluso los tanques que pidieron para recoger el agua de lluvia. Unas lluvias cada vez más escasas, también por causa del cambio climático que acelera el modelo del monocultivo.

Despojados de sus tierras y de la posibilidad de pescar, en San Juan de Acul se ven obligados a aceptar en las plantaciones condiciones que recuerdan a los tiempos de la esclavitud.
La peor parte se la llevan las mujeres. Trabajan en las plantaciones, pero en las tareas peor pagadas. Muchas veces, los encargados de las plantaciones las chantajean ofreciéndoles trabajo a cambio de sexo: si no aceptan acostarse con ellos, no las emplean. “Nos insultan y amenazan constantemente”, resume una trabajadora.






colombia



1 / En las zonas rurales de Maríalabaja, a apenas 60 kilómetros de la turística Cartagena de Indias, Colombia, las comunidades afrodescendientes, indígenas y campesinas guardan en su memoria la historia del terror paramilitar que, entre 1998 y 2002, desplazó a un tercio de los 50 mil habitantes del municipio. Los paramilitares perpetraron en los Montes de María masacres como la de El Salado, donde, en febrero de 2000, fueron asesinadas al menos 60 personas. Aterrorizada, la gente huyó masivamente, dejando atrás sus tierras y sus casas;
“Esta tierra era de abundancia. Todos los días salían camiones llenos de ñame, de yuca, de fríjol y frutas a Cartagena, incluso a Medellín. Ahora ya no queda nada, porque la tierra la plantaron con palma, y salen plagas, y porque el clima ha cambiado y ya no llueve cuando tiene que llover”, lamenta Catalina (nombre ficticio).

 “El agua está contaminada por los agroquímicos que le ponen a la palma: por eso todas las mujeres tienen infecciones vaginales, hay muchas enfermedades de la piel sobre todo en los niños, y también enfermedades renales”. Basta bañarse para sentir la picazón.

Y la tarea, cada vez más difícil de cumplir, de conseguir agua para beber, recae, literalmente, sobre las cabezas de las mujeres, que deben cargar pesados baldes de agua que recogen de las zonas de la represa donde el agua está menos turbia.

“Nosotros teníamos bienestar, en el sentido de que vivíamos bien. No teníamos tecnología, pero vivíamos tranquilos”. Ella defiende la dignidad de trabajar la tierra para producir alimentos tradicionales de la región, y no para exportar palma. Y se pregunta: “¿Qué pasaría si los campesinos dejamos de producir alimentos?”

2 /  Son 102 los pueblos indígenas en Colombia, según la Organización Nacional de Indígenas de Colombia (ONIC). “Nuestra historia de sufrimiento comenzó con las caucherías hace más de un siglo, nos esclavizaron. Luego vinieron los traficantes de pieles de animales y la Iglesia Católica con sus evangelizadores a ‘socorrernos’. Todos nos hicieron daño intentado imponer su voluntad. Mi pueblo, que vive en las riberas de los ríos Amazonas, Putumayo y Caquetá, lo sabe bien.

Solo entre los años de 1998 y 2008, la ONIC reportó el asesinato de 1980 indígenas. Sin embargo, se revelan otros problemas, entre ellos el conflicto con industrias extractivas de recursos naturales, por ejemplo las petroleras.

3 /


Cadena de Oración de los mineros del Chocó        





Por Manuela Torres. El debate sobre la minería en Colombia está encendido. La intención de suprimir los pequeños y medianos entables mineros, que se da paralela al arribo de las multinacionales al país para la explotación de los recursos naturales, ha provocado diferentes reacciones.

Los ecologistas alertan sobre las prácticas irresponsables de la minería con el medio ambiente, los pequeños empresarios defienden su derecho a la soberanía territorial, al tiempo que el Estado los califica de ilegales y dificulta su proceso de formalización, mientras que funcionarios del Gobierno y los medios de comunicación abren puertas a las grandes empresas extranjeras para que exploten el territorio nacional.

En ese contexto el Chocó, departamento minero por tradición (el 90% de los empleos en esta región se derivan de las prácticas mineras), se encuentra entre la espada y la pared. Su derecho a explotar y beneficiarse de las riquezas de su subsuelo pende de un hilo, del cual sus habitantes están dispuestos aferrarse para decir “aquí estamos, este oro es nuestro”.
No quieren ser los peones de las grandes multinacionales, no quieren retroceder al esclavismo.

















áfrica







bangladesh



asia central























































Alberta Cariño Trujillo, mejor conocida como ‘Bety’, se trasladaba por el paraje de Los Pinos, en el camino de la Agencia Municipal de la Sabana a San Juan Copala, Juxtlahuaca, Oaxaca, a bordo de una camioneta tipo Suburban, acompañada del finlandés Jyri Antero Jaakkola, integrante de la organización Unión Uusi Tunli ry (Nuevo viento).

La tarde del martes 27 de abril de 2010, la carretera fue bloqueada con piedras. Al descender del vehículo, ambos activistas fueron baleados, ocasionándoles la muerte.

“Ella representaba muchas luchas y estaba en varias campañas sociales por todo el país, había viajado hasta la ONU en defensa de las mujeres indígenas entre tantas cosas”, dice quien la recuerda con orgullo.
Sus orígenes mixtecos llevaron a Bety Cariño a marcar una tajante línea siempre a favor de la ecología, la resistencia a la construcción de grandes presas y proyectos mineros, la autodeterminación de los pueblos, la promoción de radios comunitarias y el apoyo al municipio autónomo de San Juan Copala.
Inició su lucha combatiendo a la granjas avícolas y fábricas de mezclilla en las comunidades del valle de Tehuacán, Puebla, que contaminaban el agua.
Y es recordada en la comunidad por haber organizado a las mujeres vendedoras de tortillas, haber desarrollado proyectos de economía solidaria, así como la fundación de diversos centros de apoyo a migrantes.
Bety Cariño, acompañada de su esposo Omar Esparza, fundó el Centro de Apoyo Comunitario Trabajando Unidos (Cactus), asociación civil dedicada a desarrollar proyectos de educación popular alternativos, derechos indígenas y derechos de la mujer.
Beatriz Cariño formó parte de una generación de activistas de izquierda alejada de la clase política.








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