Pocas horas después de que
el Congreso peruano suspendiera al presidente Martín Vizcarra por
"incapacidad temporal", el mandatario publicaba esta foto en su
cuenta oficial de Twitter.
El día anterior Vizcarra
había decretado la disolución "constitucional" del Congreso y la foto
ratificaba el "pleno respaldo al orden constitucional y
al presidente" que le habían expresado los organismos
militares y policiales.
En medio de las crecientes
protestas contra la decisión del gobierno de eliminar los subsidios a los combustibles,
el presidente Lenín Moreno anunciaba en un
mensaje televisivo el traslado de la sede del gobierno de Quito a Guayaquil.
La
decisión se sumaba al estado de excepción que el presidente había declarado
pocos días antes en todo el país.
Pero lo que
llamaba en particular la atención era cómo Moreno había decidido comunicar su
iniciativa.
Pocos
días después, otro país sudamericano,
otra
crisis y otra secuencia parecida.
El presidente
chileno, Sebastián Piñera, aparecía por la tele acompañado por
el general del ejército Javier Iturriaga -en uniforme de camuflaje-, a quien
dos días antes había designado como jefe de la defensa nacional en Santiago.
Piñera
estableció el estado de emergencia en varias zonas del país, entre ellas Santiago.
Era la primera vez que pasaba en la capital, desde que volvió la democracia
tras el régimen de Augusto Pinochet.
"Estamos
en guerra contra un enemigo poderoso", afirmaba Piñera, refiriéndose a los
violentos enfrentamientos que se habían generado durante las protestas sociales
que atravesaba Chile desde hacía varios días.
Y
en Bolivia, el 12 de noviembre, otra
foto emblemática, publicada en la cuenta de Twitter del político boliviano
Oscar Ortiz Antelo.
Ésta.
Que
muestra unos militares imponiendo la banda presidencial a la mandataria
interina Jeanine Áñez.
Solo
habían pasado 48 horas desde que el comandante de las Fuerzas Armadas anterior,
Williams Kaliman, "sugería" públicamente a Evo Morales que abandonara
el cargo para "pacificar" el país.
Entonces,
¿entrañan esta serie de
"imágenes brillantes"
algún "concepto
borroso"?
"Creo que se pueden
interpretar de dos maneras, una negativa y la otra positiva", le explica a
BBC Mundo Francisco Sánchez López, director del Instituto de Iberoamérica de la
Universidad de Salamanca (España).
"Si las interpretamos
negativamente, se podría decir que el poder civil está supeditado al poder
militar y que los presidentes necesitan el apoyo de los militares para poder
mantenerse en el gobierno", sobre todo cuando ese poder es cuestionado por
el Congreso, como en el caso de Perú, o por las protestas sociales, como ocurre
en los otros países.
"Pero también puede
tener una interpretación positiva", sigue Sánchez, "según la
cual el presidente está mostrando que las Fuerzas Armadas están bajo
control civil, sobre todo a la luz de los temores que siempre se han
tenido en América Latina a las posibilidades de golpe de Estado".
Los gobiernos de Ecuador, Chile y Bolivia han
utilizado con frecuencia las Fuerzas Armadas para intentar controlar las
protestas de las últimas semanas.
Si bien cada país se está
enfrentando a una crisis distinta y con rasgos propios, según Rut Diamint,
investigadora principal de Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y
Técnicas (Conicet) de Argentina, hay un elemento en común en todas ellas.
"Se trata de gobiernos débiles con partidos políticos muy volátiles
que, frente a una situación de crisis, no saben cómo resolverla y recurren a
las Fuerzas Armadas, que en muchos casos son la única institución
que tiene cierta organización y que cuenta -salvo excepciones concretas- con el
apoyo de la ciudadanía".
Según el informe de
Latinobarómetro 2018, un estudio realizado anualmente en 18 países
latinoamericanos, la confianza en los partidos políticos (13%) y en los
gobiernos (22%) está en sus mínimos en toda la región.
"El desencanto con la
política ha llevado a la fragmentación de los partidos, a la crisis de
representación y a la elección de líderes populistas", afirma el informe.
"Estos datos dan cuenta de las crisis en la que se encuentran los sistemas
políticos de la región, donde nadie es campeón".
"Unos
partidos volátiles y unos congresos que no tienen capacidad de tomar
decisiones, que en algunos casos son definidos incluso como
"escribanías" porque ratifican lo que dicen los presidentes, no son
en realidad autónomos en la producción de legislación o de legitimidad",
analiza Diamint.
"Todo eso conforma
una debilidad institucional muy fuerte que hace que estas democracias no hayan
tenido la consolidación que en algún momento se pensó que tenían", añade.
Por el contrario, las instituciones mejor valoradas según el
Latinobarómetro 2018 son la Iglesia
católica(63%) - con la excepción de Chile, donde los recientes
escándalos de pedofilia mermaron su credibilidad-, las Fuerzas Armadas (44%) y la policía (35%).
El país que más confía en
sus FF.AA. es Uruguay, con un 62% de aprobación, seguido por Ecuador (61%),
Brasil (58%), Colombia (56%) y Chile (53%). El 44% de los ciudadanos de Perú
también confían en sus militares, mientras que la menor confianza en las
Fuerzas Armadas se registra en Venezuela (19%).
"Es normal que,
frente a gobiernos que fallan en proveer los beneficios de la democracia y que
a veces están vinculados a un empobrecimiento de la población o a actos graves
de corrupción, las Fuerzas Armadas -aunque no en todos los países- levanten su
consideración frente a la sociedad", labrándose un papel de autoridad moral, analiza Diamint.
Nuevo militarismo:
"politización" de los militares...
Pero esta investigadora
apunta a un fenómeno nuevo que se ha consolidado en los últimos años.
Ya a finales de 2018, en
su ensayo "¿Quién custodia a los custodios?",
Diamint aseguraba que, "si bien los golpes de Estado del pasado parecían
desterrados", en el continente han ido emergiendo nuevas formas de poder
militar.
.
"A través de la
"politización" y de la "policialización" de los
militares", aclara Diamint, que acuñó el término de "nuevo militarismo" para definir este
fenómeno.
"En el pasado los
militares daban golpes de Estado para tomar el poder con sectores que en
general no llegaban a ganar las elecciones", le aclara Diamint a BBC
Mundo.
"Ahora,
en cambio, las Fuerzas Armadas ya no son aliadas de los perdedores, sino que
son convocadas por los triunfadores de las compulsas electorales,
quienes las utilizan para sus propios proyectos.
En el caso de Brasil, por
ejemplo, la participación de militares en el gabinete presidencial es
impresionante".
Por su parte, "los
militares terminan teniendo una relación directa con la toma de decisión y no cargan con las consecuencias de mal gobierno".
Sin embargo, las formas
que asume esta relación varían según el país.
Diamint afirma, por
ejemplo, que Hugo Chávez convirtió a las Fuerzas Armadas venezolanas en el
instrumento de "mediación y apoyo político para la ejecución del proyecto
bolivariano".
"Chávez empoderó a
los militares y gobernó bajo la ficción de una alianza entre el líder, el
pueblo y el ejército".
En otros procesos, en
cambio, los militares se instalan como ejecutores de las políticas sociales,
dominan la inteligencia estatal o se aseguran concesiones económicas.
Es lo que muchos analistas
coinciden en afirmar que ocurrió en Bolivia, durante los mandatos de Morales, y
en Ecuador, donde Lenín Moreno nombró como ministro de Defensa a un ex-general
-luego de 12 años de que este cargo fuese ocupado por civiles-,
aumentó las asignaciones presupuestarias para las Fuerzas Armadas y reforzó la
participación del Ministerio de Defensa en tareas de policía, inteligencia y
gestión de riesgos.
Y justamente el gasto
militar y la autonomía con el que se emplea son otros puntos decisivos para
entender la actual relación de los militares con los gobiernos sudamericanos.
En 2018, el gobierno chileno destinó a las FF.AA. el 7,1% de su gasto
anual, Ecuador el 6,4%, Perú el 5,5%, Bolivia el 3,9% y Colombia hasta el 11,6%,
según datos del Banco Mundial.
Estas partidas son
inferiores a las de salud o educación, pero superiores a lo que gastan para su
defensa el gobierno de México (2,1%) o el de países europeos como España (3%),
Alemania (2,8%) o Italia (2,7%).
Una de las consecuencias
directas de la politización de las Fuerzas Armadas es, según Sonia Alda Mejías,
experta en Seguridad y Defensa en América Latina del Real Instituto Elcano,
la militarización de la democracia.
"Los gobiernos
civiles, en democracia, tienen que garantizar el diálogo social", asevera
Alda Mejías.
En cambio, los gobierno de
Chile, de Ecuador o de Bolivia "están demostrando que en absoluto lo
ejercen, sino que, en situaciones de inestabilidad, necesitan de la ayuda de los militares".
Además, lanzan el mensaje
de que "cuando uno tiene el apoyo de las fuerzas armadas tiene asegurado
el lugar que está ocupando". En este sentido los militares ejercen
un "papel tutelar" de los gobiernos.
...y "policialización" de las
Fuerzas Armadas
El otro
elemento novedoso del "nuevo militarismo" sudamericano es la
"policialización" de los militares.
Esto
quiere decir que "las fuerzas policiales, que de alguna manera están
sobrepasadas, son corruptas o son asociadas al crimen
organizado, no pueden resolver la situación de inseguridad", explica
Diamint, y entonces los gobiernos recurren a las Fuerzas Armadas para hacer
seguridad pública.
"Pero los militares
no están preparados para esta labor", cuestiona Alda Mejías. "Son
fuerzas distintas, con doctrina, formación, equipamiento distintos, entrenadas
para derrotar mediante la fuerza máxima a otro ejército. Cuando en cambio son empleadas para reprimir a la ciudadanía, ¡son
como un elefante en una cacharrería!"
"No están preparadas
para imponer la ley, sino para aniquilar a un enemigo", coincide Diamint.
"El uso de la fuerza es mucho mayor y, por lo tanto, terminan generando
abusos contra los derechos humanos".
En
Ecuador, después de varios días de protestas, Moreno decretó el estado de
excepción y sacó a las calles las Fuerzas Armadas.
Finalmente,
el gobierno y los grupos indígenas y opositores llegaron a un acuerdo, pero el
saldo de los 12 días de protestas fue de 10 muertos y más de 1.000 heridos.
Por otro
lado, según la Fiscalía de Chile, al menos 23 personas han muerto desde que
comenzaron las movilizaciones.
Cinco
murieron a manos de agentes del Estado durante el estado de emergencia impuesto
por el gobierno en los primeros días de la crisis y otras dos fallecieron
mientras estaban detenidas en una comisaría.
Además, según el Instituto
Nacional de Derechos Humanos (INDH) del país, al menos 2.300 personas
han resultado lesionadas por el uso de la fuerza de policías en las marchas, y
220 de ellas tienen un trauma ocular severo.
Pero esto
no impidió al presidente Piñera anunciar recientemente algunos proyectos de ley
para disponer de las Fuerzas Armadas sin necesidad de decretar el estado de
emergencia.
En
Colombia, tras el paro general y las masivas protestas , el presidente Iván Duque
decretó el toque de queda en Bogotá y ordenó el despliegue del ejército en la
capital.
Y en Bolivia,
una de las primeras medidas de Áñez como presidenta interina fue la de emitir
un paquete de decretos que liberan de toda responsabilidad de sus actos a las
Fuerzas Armadas involucradas en la represión de las protestas que encienden al
país desde antes de la renuncia de Morales.
Como la de Augusto Pinochet presidiendo una reunión de
la Junta Militar en septiembre de 1973, pocos días después del golpe de Estado
contra quien le había nombrado jefe del Ejército.
O como la que muestra al
general Jorge Rafael Videla mientras jura como presidente
de Argentina acompañado por el almirante Emilio Massera y el brigada Orlando
Agosti, miembros de la Junta Militar que derrocó a Isabel Perón con un golpe de
Estado en marzo de 1976.
Pero, ¿hay alguna posibilidad
de que estos acontecimientos se
repitan?
Todos los
expertos consultados descartan que los militares puedan o quieran realizar
actualmente un golpe de Estado.
Los
profundos cambios en las sociedades, su proceso de democratización, el aumento
de una clase media más amplia y formada, además de un escenario internacional
distinto, son los factores esgrimidos para descartar, al menos a corto término,
esta posibilidad.
La
principal diferencia entre esas fotos de los 70 y las de hoy, resume Amint, es
que ahora los militares "están sentados o parados detrás de presidentes
electos, mientras que antes eran ellos los que derrotaban al presidente electo.
O sea, ahora son socios de la democracia, mientras que antes eran los que la
quebraban"
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